El partido fue trepidante desde el comienzo por el buen fútbol por parte de ambos equipos en el tramo inicial y, sobre todo, por la calidad de los tres tantos que se marcaron en el primer cuarto de hora. El primero lo logro Kaká tras un triple control excepcional del balón, que le permitió quedarse sólo delante del meta egipcio para batirle.
Los otros dos tantos llegaron tras sendos cabezazos. Zidan remató un excelente centro de Aboutrika para igualar el encuentro y Luis Fabiano hizo lo propio en una falta lanzada por Elano, con lo que puso el 2-1 en el marcador.
Superioridad
La superioridad de los brasileños se dejó ver en el tramo final del primer periodo cuando Juan logró el 3-1 a la salida de un córner. Era el tercer tanto de cabeza del encuentro y con él, el partido llegó al descanso. Fue una primera parte entretenida y controlada con comodidad aunque sin brillantez por Brasil, pero el partido dio un giro sorprendente en menos de un minuto al comienzo del segundo periodo con dos contragolpes eléctricos de Egipto, que puso el empate a tres en el marcador en un suspiro. Quedaba más de media hora de partido y Brasil ya tenía que jugar contra el reloj, por lo que Dunga dio entrada a Ramires y Pato en lugar de Elano y Robinho, pues su equipo se había quedado sin argumentos y Egipto imponía su ley con un fútbol-control de nivel.
Brasil había dejado de existir y el partido se había puesto de cara para Egipto, aunque el equipo africano, consciente de la calidad individual de su rival, no se lanzó al ataque. Los minutos finales del encuentro fueron muy intensos, puesto que se mantuvo la misma tónica, con muchas más aproximaciones a la meta de Julio César, pero Brasil nunca se da por vencida. Así fue, cuando el partido llegaba a su fin, el jugador egipcio Al Muhamadi interceptó con la mano un balón que iba a gol, fue expulsado y Kaká, de penalti, dio a Brasil una victoria agónica y propició un excesivo castigo a Egipto.
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