Un mes y un día después de tomar una de las decisiones más difíciles de su carrera, de tener que renunciar a la defensa de Wimbledon y ver cómo las molestias físicas que arrastraba le obligaban a frenar, Rafael Nadal vuelve a las pistas dispuesto a recuperar el tiempo y el terreno perdidos. El tenista de Manacor se encuentra en la recta final de la recuperación de la tendinitis de inserción de ambos tendones cuadricipitales que castigó sus rodillas, y muestra su discurso más prudente en aras de certificar su retorno a partir del 8 de agosto. Con el arranque de la temporada de pista rápida, el Másters 1.000 de Montreal ocupa un lugar destacado en la agenda del número dos del tenis mundial.
Tras duras semanas sin empuñar la raqueta, de tratamiento y recuperación en compañía de su inseparable Rafa Maymó, Nadal se sintió de nuevo tenista. A primera hora se presentó en las instalaciones de Son Manxo, un refugio para este fenómeno mediático. Ansioso por probarse de nuevo, por ver cómo respondían sus rodillas, el de Manacor, siempre bajo la atenta mirada de su tío, entrenador y mentor, Toni Nadal, realizó un completo calentamiento para evitar sustos. Tras ello, llegó la hora y saltar al cemento y pelotear con Salva, uno de sus regulares compañeros de entrenamiento. Sin correr de un lado a otro de la pista, ni forzar, Rafael fue probándose con diferentes golpes. Cada vez quería más, pero enseguida aparecía Toni para marcar las directrices de un primer entrenamiento que contó con un gancho mediático.
Y es que el mejor tenista español de todos los tiempos volvía a ver la luz. Tras una temporada que se inició de la mejor manera posible, con la victoria en el Open de Australia, ahora las miras del tetracampeón de Roland Garros se depositan en la recta final de la campaña, con el reto del US Open y el Grand Slam -es el único de los 'Grandes' que falta en sus vitrinas- como desafío añadido.
Tras poco más de una hora peloteando, recuperando las mejores sensaciones y testando sus evoluciones, Nadal aprovechó para comentar con Toni Nadal los pormenores de una sesión diferente, especial.
No en vano, desde el pasado 19 de junio, cuando el manacorí jugó su último partido, el que iba a decidir su participación en Wimbledon, no se encontraba con su raqueta Babolat. No fue bien entonces. Cayó ante el suizo Stanislas Wawrinka en una cita de exhibición en el Hurlingham Club de Londres. Un día para olvidar, aunque el presente muestra a un Rafael Nadal que dosificará sus esfuerzos y durante una semana calibrará la evolución de sus rodillas.
Después de varias semanas alejado de la plena actividad, a Nadal se le notaban las ganas. Con gesto de extrema concentración en cada golpe, ha puesto la directa hacia el retorno al circuito, que añora a uno de sus grandes animadores.
El gran objetivo a corto plazo es la puesta a punto de cara al Abierto de los Estados Unidos, en el que superar el listón de las semifinales se antoja como un reto personal. Antes, el test de Montreal aguarda a Nadal y su equipo, que se desplazarán hasta la ciudad canadiense con unos días de antelación, para adaptarse al horario y trabajar en las condiciones de pista y climáticas que se encontrará Rafael en un torneo que se plantea como algo más que un regreso. De las sensaciones que pueda extraer dependerá en buena manera su escalada dentro de la temporada americana, con la Copa Davis también muy presente, más cuando España se ha ganado una plaza en las semifinales.
Ahora, Nadal sabe que le toca recuperar el ritmo, encontrar su mejor versión y demostrar que estas semanas no le han hecho perder la magia que atesora el mallorquín en cada uno de sus golpes.
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