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El estreno oficial del Mallorca 2009-10 quedará grabado en la memoria como uno de los más surrealistas de su dilatada historia. El equipo de Gregorio Manzano, que acudía a la localidad alemana de Stein para tomarse por primera vez la tensión, sólo tuvo cuarenta minutos para exhibirse sobre el césped. Después, la falta de luz natural y una granizada de proporciones bíblicas le obligaron a salir corriendo de la ciudad para regresar al cuartel general de Kössen y protegerse del caprichoso clima tirolés. Hasta ese momento, los baleares dominaban a placer a un limitadísimo conjunto aficionado gracias a los seis tantos que se repartieron Varela (3), Ramis, Webó y Víctor, y que habían dejado patentes las diferencias existentes entre ambas escuadras.

Nada hacía prever un desenlace tan esperpéntico y ajetreado, aunque al llegar al escenario del encuentro los bermellones ya se encontraron con las primeras sorpresas. Para empezar, el partido debía disputarse sobre un campo horrible, con la hierba altísima y un montón de calvas repartidas por diferentes zonas del campo. Eso obligó al técnico bermellón a proteger a determinados futbolistas, aunque se presentó al duelo con el mismo once que había ensayado por la mañana en Kössen. Apostó por Lux bajo el larguero; por Javi Castellano como acompañante de Ramis en el centro de la defensa (Martí Crespí se había lesionado unas horas antes y causó baja en la primera cita de la pretemporada), por Alberto y Martí como directores de juego y por Webó y Víctor como finalizadores en labores ofensivas.