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Cuando mejor iban las cosas, el destino quiso que Miquel Julià viera frustradas sus ilusiones de poder luchar por el podio en la segunda carrera del International GT Open de Montmeló. Pese al cambio horario, la salida conjunta entre las dos clases (GTS y Súper GT) y el tener que salir desde la duodécima línea de la parrilla, el mallorquín volvió a dar la cara. Hasta que la suspensión de su Aston Martin le jugó una mala pasada. Una más dentro de una jornada para olvidar en el box del Villois Racing.

Esta vez se invirtieron los planes. Miquel Julià salía primero al volante e iba a agotar el cupo de tiempo que el reglamento permite -la carrera dura 50 minutos-. Sin hándicap alguno y mucho que ganar, el ocupante del Aston Martin número 62 se activó en la misma recta de meta. Tras la salida lanzada, comenzó la remontada. Era el noveno en el cupo de los GTS, pero el hueco entre el balear y las dos decenas de vehículos que le precedían cada vez se iba acotando más.

La salida de pista de Kuzminykh le allanaba más el camino. Apenas necesitó siete minutos para ser séptimo y tener a tiro a los rivales que atisbaban de cerca el podio. Deletraz y Piccini estaban en otra guerra y cada vuelta que pasaba tenían más cerca el primer puesto, pero Miquel ya tenía a dieciséis segundos al tercero de su clase y empezaba a marcar el ritmo del sábado, con un 1:54.815 que ilusionaba.

Pero con doce minutos en pista, las alarmas se encendieron en el box del Villois Racing. Miquel perdía dos posiciones -22º en la general y 8º en GTS- y tomaba el camino del 'pit lane'. Su larga estancia en manos de los mecánicos hizo que se llegara a pensar lo peor. La culpable era la rótula de la suspensión de la rueda trasera derecha, que había forzado a Julià a entrar en boxes con la llanta encajada en el chasis. Fueron unos minutos eternos, y la rotura de esa pieza en un tramo recto provocó que la actividad se disparase. La eficiencia de su equipo hizo que perdiera menos tiempo del que podría haber dejado escapar, pero Miquel volvía a pista con el cajón como utopía y dispuesto a arreglar una situación que se hizo más difícil si cabe cuando el otro coche del Villois Racing, con Lucas Guerrero al volante, apareció en el box con un problema calcado.

Instantes después, Julià ponía fin a su periplo. Con el rostro triste, recibió el ánimo de todos los integrantes de la estructura por el buen trabajo realizado. Había dado el relevo a Andrea Wiser y a él, que había rodado muy por debajo de las prestaciones del insular, le tocaba intentar progresar.

Por entonces, los dos Aston Martin del Villois, con Max y Andrea Wiser al volante, se instalaban en las últimas posiciones de sus respectivas categorías. Un final inmerecido para un fin de semana en el que los cuatro pilotos de la estructura merecieron más. La antepenúltima plaza de Andrea Wiser y Miquel Julià (15º) y el último lugar para Max Wiser y Lucas Guerrero (17º), ambos en GTS y la general de ambas categorías, dejan mal sabor de boca, contrarrestado por las buenas sensaciones que ha imprimido el mallorquín, que el sábado acudió al rescate de su Aston Martin, y al que sólo un extraño problema mecánico, que fue analizado con los ingenieros de la marca, ha impedido luchar por regresar al cajón, aunque oportunidades no le faltarán a uno de los animadores de la parrilla.