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El Mallorca sigue a lo suyo. Poco importa que el velo institucional lo haya cubierto hasta ahora casi todo. Le da igual moverse entre la inmensidad de la Liga o hacerlo entre la maleza de la Copa. Siempre responde. Anoche, ataviado con el traje de los domingos, eliminó cualquier rastro de duda y se cobró su primera víctima en el torneo. Avalado en todo momento por un fútbol encantador, los de Manzano subsanaron sin problemas el resbalón de Zorrilla y abonaron el peaje hacia la próxima estación. El horizonte se aclara y el ONO Estadi se sigue divirtiendo (1-0).

Como el partido no requería nada especial, uno y otro marcaron en el navegador las coordenadas más lógicas. El Valladolid partía sin presión; el Mallorca, sin prisas. Y si a uno le alcanzaba con mantener la ventana cerrada toda la noche, al otro le bastaba con abrirla una sola vez. Pese a todo, los baleares sacaron los codos, se guardaron el balón bajo el brazo y empezaron a trazar el camino hacia los octavos. Eso sí, con buen gusto y mucha mano izquierda. Sin permitirle una sola licencia a su invitado, los bermellones se hicieron con el tráfico del juego y pusieron a prueba la paciencia de los pucelanos que, pese a su densidad inicial, comenzaron a agrietarse a medida que les apretaban las tuercas.

El Mallorca cogió enseguida carrerilla por el costado derecho, justo donde Felipe Mattioni ha construido un trampolín del que ahora se beneficia el resto del grupo. El joven lateral brasileño ha necesitado dos meses para intervenir en la rutina de la competición, aunque la espera ha merecido la pena. Probablemente no sea el defensor más fiable de la plantilla, pero sus incorporaciones en ataque son una bendición para el equipo, que ha descubierto en su juego otro filón al que agarrarse. Ayer, aprovechando la candidez de Yuri y el desconcierto de una zaga sostenida sobre columnas de fango, escoró el tapete hacia su costado y construyó el pasillo desde el que aparecieron las mejores ocasiones. Borja avisó primero y estuvo a punto de abrir la lata sacándole punta a un pase de Víctor (minuto 9). No obstante, esa oportunidad quedó reducida a cenizas minutos más tarde, cuando Keita, de forma incomprensible, mandó a la pista de atletismo un centro intoxicado del propio Mattioni. El gol se mascaba, pero el Mallorca parecía más obturado que de costumbre en el área de Fabricio y daba la sensación de que su golpe podía eternizarse.

Sin embargo, todo cambió de repente. Mattioni agrandó la zanja y Víctor no llegó a enganchar el remate, pero el rechace de Fabricio cayó en los pies de Keita, que resolvió a quemarropa. Si su gazapo inicial había resultado incomprensible, su golazo posterior lo compensó todo (minuto 40).

Archivado el tanto, le tocaba al Valladolid ejercer el derecho a la réplica y lo dejó todo para el segundo tiempo. En cualquier caso, se encontró con un Mallorca enfurecido que pudo resolver definitivamente la eliminatoria mientras la grada apuraba el bocadillo. Keita volvió a equivocarse ante el marco pucelano, aunque minutos después se burló de Barragán para forzar un penalti que parecía concluyente. Julio Àlvarez, todo un especialista desde los once metros, lo lanzó flojo, raso y al centro, donde topó con las botas de Fabricio. Pese a todo, el equipo no se descompuso y se hartó de arrojar ocasiones a la papelera antes de levantar los brazos para celebrar su clasificación y pedir otra ronda.