De un tiempo a esta parte, Son Moix vive envuelto por una atmósfera especial, casi mágica. El recinto bermellón, frío y tradicionalmente generoso con sus visitantes, es ahora un refugio impenetrable para los forasteros en el que el Mallorca atrapa todo lo que se propone. Da igual lo que pase durante la batalla, porque el resultado siempre es el mismo. Sólo así se explican funciones como las de ayer, en las que el dominador se larga de vacío y el oprimido, con una sonrisa de oreja a oreja. El conjunto bermellón, rebasado en todo momento por un Almería enorme, se agarró a la gigantesca figura de Aouate y a la calidad de Víctor para resolver un encuentro imposible y firmar la victoria más incómoda del curso. Seis de seis en casa y media permanencia en el bolsillo. Hogar, dulce hogar (3-1).
Desde el punto de vista aritmético, no hay nada que reprocharle al conjunto balear. Sus jugadores acorazaron la veintena de puntos y consiguieron algo inédito este año: derrotar al Almería por más de un tanto. Sin embargo, su manera de llegar a la meta resulta más discutible que la de otras tardes. Más que nada, porque los andaluces fueron mejores de principio a fin. En cualquier caso, el fútbol se resume en lo que ocurre en las áreas y fue precisamente ahí donde se pronunciaron los insulares. Tanto en una como en otra, los rojiblancos airearon una inocencia extrema y acabaron desencajados, con el gesto totalmente torcido.
Para empezar, Hugo planteó mucho mejor el partido que su colega de banco. El mexicano, que analiza como nadie las virtudes del enemigo de turno, construyó un tabique en la sala de máquinas y estableció una presión sofocante sobre todas las líneas rojillas. Frente a eso, el Mallorca anduvo perdido de principio a fin. Bernardello y M'bami eran omnipresentes, Nieto podía siempre con Ayoze y Piatti fabricaba peligro cada vez que contactaba con el cuero. En el Mallorca, en cambio, no había prácticamente nada a lo que aferrarse. Borja vivía oculto entre camisetas celestes, las bandas estaban amputadas, Aduriz contemplaba el encuentro desde una isla y Webó se vaciaba trabajando sin mucho sentido. Nada de nada. Afortunadamente, al Almería se le cruzaban los cables frente a los ojos de Aouate y todas sus ocasiones se iban al limbo. La más evidente de todas, a los 23 minutos, la mandó Soriano a la papelera de forma incomprensible, aunque tras ella vinieron otras. Eso sí, todas murieron igual: contra el cuerpo del portero.
El descanso fue una bendición para el Mallorca, que se sumergió en el segundo tiempo dispuesto a invertir la dinámica inicial. Y aunque el Almería parecía inamovible, aprovechó el único agujero que había a la vista. Julio Àlvarez se apropió de un rechace defectuoso en la frontal y se apoyó generosamente en Castro, que levantó la voz con un disparo de francotirador que perforó una selva de piernas. Quizá no era lo más justo, pero los bermellones ya tenían el partido dónde querían (minuto 49).
Daba la sensación de que tras el tanto el Almería bajaría los brazos, aunque tampoco fue así. Más bien todo lo contrario. Manzano quiso proteger la ventaja apuntalando el centro del campo con Martí y situando a Borja a la espalda de Aduriz, pero Hugo contraatacó sacrificando a Bernardello. Al azteca le alcanzaba con el músculo de M'bami para seguir dirigiendo el tráfico y mientras tanto, podía intensificar su ataque mediante la frescura de David Rodríguez. El movimiento acabó siendo redondo. Piatti le sacó el jugo a la bajada de tensión de Mattioni y le sirvió el empate en bandeja al punta toledano. El embrujo del ONO Estadi parecía caducado (minuto 76).
Con el encuentro en el mismo sitio que al principio, se acabaron los guiones y las pautas establecidas. El Almería subió una marcha y Manzano corrigió su error inicial apostando por Víctor. El algaidí, enchufadísimo, estuvo a punto de romper la pelea en su primera intervención, aunque esperó hasta el último minuto para quebrar a su suerte con un gol de crack. Para él, se trataba de la recompensa más justa a su esfuerzo. Para el Almería, el castigo más desproporcionado (minuto 89). Después, con todo aparentemente amarrado, Aoaute volvió a desarticular a Piatti y Castro le dio otra dimensión a la fiesta. Definitivamente, algo ha cambiado en el ONO Estadi.
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