—¿Por qué es tan importante para usted el psicobloc?
—En gran parte, acabé viviendo en Cataluña por la visita que hice a Mallorca hace casi 15 años. El psicobloc me revolucionó la forma de ver la escalada. Yo soy de California, de Santa Cruz. Gracias a un rocódromo, como este de Barcelona, conocí la escalada y empecé a viajar por el mundo. Unir el mar y la roca fue un descubrimiento que lo cambió todo.
—¿Es el psicobloc la modalidad de escalada que prefiere?
—Sin duda. Es una modalidad que no es para todo el mundo. Tienes que saber moverte en el agua. Supone unir mis dos lugares favoritos, el mar y la montaña. Poder escalar sin cuerda, me permite llegar al nivel máximo. El psicobloc te ofrece libertad. Mallorca tiene la roca perfecta: muy sólida, pero a la vez muy redondeada.
—¿Cuál cree que es su aportación a nivel mundial en el mundo de psicobloc?
—A nivel mundial, soy una persona bastante referente en la escalada. Hace 20 años que estoy abriendo las rutas más difíciles del mundo. La película King Lines contribuyó mucho. El psicobloc se parece a mi forma de ser. La escalada es un deporte de alto rendimiento, pero también un estilo de vida, una forma de encontrarse y de estar en la naturaleza. Es un deporte y un arte. En los acantilados de Mallorca, me he sentido libre para interpretar las paredes a mi manera. Cuando escalo en Cataluña, hay vías designadas por las chapas que se ponen en la roca. El psicobloc es un lienzo en blanco, que tú interpretas como quieres.
—¿Por qué le gusta promocionar la escalada?
—Mi vida es la escalada. Me gusta ser un embajador de este deporte. Me encanta ir solo a la roca, pero es gratificante compartirlo para que inspire a más gente. Para ser feliz, es importante compartir, aportar algo y sentirse en contacto con la comunidad. La escalada tiene mucho para ofrecer a la sociedad. Es saludable, te conecta con la naturaleza, superar los retos que te marcas. Cada vez, hay más gente que escala. Ya no es algo de cuatro locos. Se puede practicar en familia. Hay gente niños seis años y gente de 80. Puedes dedicarte al alto rendimiento, a competir, o simplemente pasear. Escalar es también una forma estupenda de viajar. En cierta manera, es un estilo de vida.
—¿Cómo va a cambiar la escalada a partir del año 2020, cuando sea un deporte olímpico?
—Con las Olimpiadas, se meterán marcas y más dinero. Podría distorsionar la esencia de la escalada, que ha sido algo muy puro. Hay gente que dice que se podrían masificar algunas zonas de escalada. Yo, gracias a la escalada, he tenido unas experiencias tan buenas, que me parece positivo que se conozca este deporte. Habrá que trabajar con las federaciones y educar a la gente en los rocódromos, sobre la correcta relación con la naturaleza. Vivimos un boom de la escalada indoor, de rocódromo, que es una alternativa al gimnasio. Es una actividad divertida y la gente se pone en muy buena forma. Habrá también más gente que podrá profesionalizarse. La escalada engancha. Podríamos decir que es un deporte muy social. Es una comunidad donde todo el mundo se apoya, la escalada se convierte en parte de quien eres.
—¿Qué tiene de especial la ruta de Es Pontàs?
—Mi historia en España comenzó en Mallorca. A los 20 años, ya había realizado las rutas más difíciles mundiales, en Francia. Gané todos los campeonatos en escalada. No tenía muy claro cuál sería mi próximo paso. Pensaba que era el momento de dedicarme a otra cosa porque ya había experimentado todo cono lo que había soñado. Al ir a Mallorca y conocer el psicobloc, descubrí mi futuro en la escalada. Me gustaba volver a las raíces de la diversión pura, la libertad y la capacidad de disfrutar. Después de cuatro viajes, cada vez me sentía más enamorado de Mallorca y del psicobloc. Buscaba una vía tan difícil como lo que había hecho en cuerda, pero con el estilo de psicobloc. Todo eso se juntó en Es Pontàs. Regresé varias veces, algunas veces solo, otras con Miquel Riera. Aprendí a hablar castellano. Empecé a establecer raíces aquí. Me sentí como en casa.
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