Rodríguez y Mir son fijos en los planes de los seleccionadores (Lucía Guisado y Fernando Siscar), y a ellos podría unirse más adelante la lesionada Claudia Colom, quien peleó con Ana Pérez por la única plaza que España tuvo en Río 2016.
Para Cintia, será su último tren olímpico. Con 24 años y ya orientando su futuro más allá de la gimnasia (compagina sus entrenamientos con sus estudios de Criminología y su labor como monitora en el Xelska), apura su tercer ciclo con la motivación que supone pisar el podio de la Copa del Mundo y un sueño: «Ir a unos Juegos Olímpicos, aunque si no puede ser, no pasará nada. He conseguido muchas cosas con la gimnasia, pero sería un premio especial». Está en su mano, y todo pasa en buena medida porque España logre una de las doce plazas en litigio. «He demostrado que tengo un lugar en el equipo y la confianza de la seleccionadora me motiva», admite Cintia, cuyo ejercicio de paralelas -con dificultad extra de 1'5 puntos- deslumbró y quiere perfeccionar. «Falta corregir la ejecución», admite la pupila de Pedro Mir.
Nicolau Mir ha irrumpido a lo grande en el equipo masculino. Con 18 años, lleva en los genes la gimnasia artística y está llamado a asumir el liderazgo del equipo nacional en un futuro no muy lejano. Tras confirmarse en los nacionales, morder oro en los Juegos Mediterráneos y codearse con los mejores en los Europeos y el pasado Mundial de Doha, tiene focalizado «el concurso individual» para 2019.
Estudiante de Segundo de Bachillerato, tendrá que afrontar entre tanta competición la Selectividad antes de iniciar sus estudios de Fisioterapia, «una forma de seguir vinculado al deporte».
Clasificar al equipo para Tokio 2020 «sería un orgullo», y para ello trabajará para aumentar sus puntuaciones «en aparatos como potro, arcos y barra fija, subiendo la nota de salida en paralelas para optar a estar delante», advierte. Él y Cintia forman la doble vía olímpica balear.
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