Fue una carrera desequilibrada en favor de Coleman, de 23 años, que arrancó en 128 milésimas, tomó la delantera en los primeros apoyos y fue aumentando su ventaja a medida que se acercaba a la meta. Gatlin llegó segundo con un crono de 9.89 (su novena medalla mundial) y el canadiense Andre de Grasse logró el bronce con 9.90, récord personal.
Coleman, que ya era el rey del esprint en pista cubierta (campeón y plusmarquista mundial de 60 metros), extendió sus dominios al aire libre en la final con menos espectadores de la historia, con apenas 10.000 en las gradas.
Las luces del monumental Khalifa Stadium se apagaron y se iluminó la pista para anunciar a los gladiadores que iban a librar el gran combate de la velocidad. Coleman llegaba con la mejor marca del año (9.81), fue el único que bajó de los 10 segundos en la primera ronda y deslumbró en semifinales con 9.88 levantando el pie. Con el recuerdo amargo de Londres 2017, donde dominó la final a lo largo de 90 metros pero fue cazado por Gatlin en los cuadros, a nadie le sorprendió que diera buena cuenta de sus rivales en la carrera decisiva.
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