Desde hace más de un año, el Mallorca es incapaz de echarle el candado a su puerta como forastero. El conjunto bermellón lleva veinte desplazamientos consecutivos encajando algún gol (34 en total) y sueña con saldar esta tarde una cuenta que se le empieza a hacer demasiado pesada. Si lo consigue ante el Racing, lo haría además en el mismo escenario en el que lo consiguió por última vez, ya que su alegría más reciente en ese sentido data del 24 de marzo del pasado año 2010 (0-0).
En todo este tiempo el Mallorca ha escenificado actuaciones de todos los colores de la mano de Gregorio Manzano primero, y Michael Laudrup después. Ha ganado, empatado y perdido ante equipos de todo pelaje, ha defendido una plaza europea y ha cimentado su permanencia por decimoquinta vez consecutiva, pero siempre lo ha hecho bajo un mismo denominador común: recibir al menos un tanto en contra.
De esta forma, el desafío que se le plantea esta tarde al equipo tiene un doble valor. Por un lado, el de reencontrarse con la victoria lejos de Son Moix para dar el golpe definitivo sobre la mesa. Y por el otro, la reforma de un sistema de seguridad algo debilitado en muchos tramos de la temporada. Esta tarde, con Joao Victor, Nunes, Ramis y Ayoze protegiendo el entorno de Aouate, parece el mejor momento para sellar el pórtico y recuperar solidez desde la base del once.
Es cierto que esa fragilidad que exhibe a ráfagas tampoco ha tenido grandes consecuencias a nivel global, pero tanto Laudrup como los futbolistas quieren poner fin a la sangría y despachar con otra sonrisa una jornada mucho más plácida que las anteriores.
Para Dudu Aouate también será un encuentro especial. Principalmente, porque podría rescatar lan seguridad de la que carece el conjunto isleño cuando se sube a un avión en el mismo enclave donde lo hizo por última vez. Y en el mismo campo donde se dio a conocer en el fútbol español. El israelí recaló en el Racing durante la temporada 2003-04 y aunque no debutó hasta el epílogo de esa Liga (el meta titular era Ricardo), después se convirtió en uno de los emblemas del conjunto cántabro hasta que dio el salto al Deportivo en 2006.
Por otra parte, la plantilla mallorquinista se ejercitó en La Albericia con un cielo muy cubierto y algo de viento. Comenzaban con pases por parejas, ejercicios de posesión de balón divididos en tres grupos en el centro del campo; los porteros trabajaban a parte. El final del entrenamiento era acompañado por la lluvia y se ponía fin con varios rondos.
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