Víctor Casadesús y Gonzalo Castro celebran un gol del Mallorca. | Joan Torres

TW
4

Asomado al balcón del final del campeonato, pero muy pendiente todavía de lo que ocurre a su espalda, la plantilla del Mallorca quiere esquivar a toda costa los efectos del síndrome de la última jornada. La plantilla balear, que hace aproximadamente un año empezó a sufrir un desvanecimiento que casi le cuesta la categoría, no parece dispuesta a reeditar ni una sola de las escenas que protagonizó aquel dramático cierre de ejercicio, en el que solo el acierto del Valencia en Riazor le apartó de caer sobre las brasas de la Segunda División. Ahora, con la permanencia también encauzada pero con ocho capítulos por delante para acabar de cuadrar el balance, el grupo se ha comprometido a cerrarle la puerta a ese asfixiante recuerdo. De inmediato y con contundencia. De lo contrario, la caseta podría adentrarse otra vez en una espiral tóxica que pondría a prueba su mentalidad en un cierre amenazado por las trampas y el veneno.

A pocas horas de escenificar la primera gran final de la campaña y tras enganchar dos jornadas en blanco (Barcelona y Sevilla), los futbolistas apuestan por resolver la trama de la permanencia por la vía rápida: empotrando al Granada en el vagón de cola con una nueva victoria junto al Camí dels Reis que tenga continuidad la semana que viene en El Sardinero. «Hay que salvarse antes que el año pasado. Es lo que nos pide el míster y además estamos comprometidos para que no vuelva a pasarnos aquello», admite Gonzalo Castro. «Nos afectó hasta en el plano familiar o con amigos. Y por eso esperamos que los tres puntos del domingo nos aclaren un poco las cosas. No podemos descuidarnos porque ellos tienen armas para hacernos daño y nosotros tenemos que jugar con la cabeza. Son puntos clave para mantener la diferencia con el descenso y ganarle a un equipo que está debajo de ti. Nos hemos olvidado de la última semana y sería fundamental para la salvación», argumenta el Chori, uno de los futbolistas que preparan las maletas para abandonar el club en verano tras consumir el contrato de cinco temporadas que selló en 2007.

Esa intensidad que necesita el equipo se ha convertido también en una pequeña obsesión para Caparrós, que en los últimos días le está apretando las tuercas a la plantilla para impedir otra caída. Sin los tocados Nunes y Álvaro (el luso arrastra molestias musculares y el ilicitano problemas en el pubis), el de Utrera sigue trabajando para alzar el vuelo y eliminar a los fantasmas que merodean desde hace un año por Son Bibiloni. Ahora, sí.