Los jugadores del Real Mallorca celebran un gol de Emilio Nsue ante el Alavés en Son Moix. | M. À. Cañellas

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Instalado en otro de los valles de su anómalo recorrido, el Mallorca se dispone a abrochar esta tarde el año natural más negro de su historia contemporánea. El 2013, que será recordado siempre como el del regreso a las catacumbas, consumirá su último fascículo en Son Moix con otro de esos encuentros señalados con un círculo rojo. En el vestuario y en la grada, inquieta por la irregularidad del proyecto y sus enormes grietas institucionales.

Mientras del palco sigue saliendo humo, el conjunto de José Luis Oltra buscará un triunfo reparador que le permita disfrutar en silencio del parón navideño y regresar, dentro de dos semanas, con un nuevo uniforme, la mente limpia y el depósito hasta arriba (Son Moix, 17.00 horas).

Se asoma el Mallorca a un cierre de año con forma de precipicio. De pie, aunque luchando por mantener el equilibrio sobre el alambre, la escuadra balear anda empotrada en medio de ese atasco infinito en el que se ha transformado la Segunda División en las últimas semanas. Mantiene la referencia visual de los puestos de playoff, que parecen ahora un tablón en la inmensidad del océano, pero nota también la respiración de los que aprietan a su espalda. Tanto, que en el caso de prolongar su intermitencia, es probable que tenga que reciclarse. Como mínimo durante un par de jornadas. Hasta que vuelva a liquidar sus facturas pendientes.

Más peso

Frente al Girona, el Mallorca recuperará algo de masa corporal. Pierde a Geromel, que iniciará en breve una nueva aventura en el Gremio de Porto Alegre, pero gana a su vez a tres tipos de peso en la configuración del grupo. El primero es Bigas, que vuelve tras dos semanas de destierro por culpa de una lesión y que, salvo sorpresa, recogerá el hilo que deja el central brasileño cedido por el Colonia. El segundo es Thomas, ausente en Jaén para cumplir condena tras su expulsión ante el Numancia, que podría compartir con Álex Vallejo un sitio en la sala de máquinas. Y el tercero, Dudu Aouate, incrustado de nuevo en una convocatoria —ha estado tres semanas fuera— solo unos días después de obtener el título de director deportivo de la RFEF. En principio, emerge para sentarse en el banquillo, aunque si los errores más recientes de Miño se reproducen es muy probable que acabe volviendo a la primera línea y alimentando un debate pretérito, una discusión que parecía sepultada desde hace meses.

Por su parte, el debut del nuevo entrenador del Girona, Javi López, condiciona el encuentro para el conjunto catalán, que además destapará la tarde con los pies en los puestos de descenso. El técnico, con solo tres días de trabajo a la espalda, sustituye al destituido Ricardo Rodríguez y tratará de aprovechar su aterrizaje para estimular a la plantilla.

El Girona acude con 21 puntos en la cartera —ha sumado tres victorias, un empate y cinco derrotas en sus nueve desplazamientos de esta temporada—, pero sin los lesionados Chus Herrero, David García, Carles Mas, Jonas Ramalho y el mallorquín Chando. Y tanto para unos como para los otros, está totalmente prohibido fallar.