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El Mallorca se maneja como un cohete. Su ascensión admite pocas comparaciones. Por encima de su fútbol, que puede admitir debate, están sus resultados, que le han conducido a los puestos de ascenso directo, justo por detrás del Espanyol de Vicente Moreno.

La escuadra de García Plaza es implacable. Poco importa el aspecto o las sensaciones que pueda transmitir durante cualquier partido. Acostumbra a dar la impresión de andar dormido; incluso despistado, pero cuando abre un ojo es para hacer ruido.

Sucedió también ante la Ponferradina, que parecía tener acorralado al Mallorca. Hasta que concedió un palmo a su adversario y se encontró sobre la lona. Fiel al guión que acostumbra a interpretar función tras función, Manolo Reina reclamó la atención de los focos y asumió un papel crucial en otra victoria holgada. Paradojas de un Mallorca que este año está muy por encima del perfil medio de la categoría.

Jugando a ratos, el conjunto balear ha confirmado su candidatura. Está siendo suficiente. No se trata de despreciar a los rivales, pero si de establecer la gran distancia que existe entre este Mallorca y la gran mayoría de sus rivales. No es casual que la moneda siempre salga de cara. La Ponfe asustó, pero no lo suficiente para inquietar al conjunto balear. De hecho, cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y volvió a levantar la cabeza su desventaja era prácticamente insalvable.