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La permanencia es el mejor maquillaje para una temporada pésima, que pudo ser trágica. En el último partido, en el duelo final, en un cara o cruz, puede pasar cualquier cosa, pero el Mallorca hizo los deberes en Pamplona. Ganó a Osasuna (0-2) y certificó la permanencia en Primera División una temporada más. Los nervios, el miedo, el sufrimiento…aderezados con una gran dosis de alegría presidieron el partido que había de marcar el destino del Mallorca la temporada próxima. No fue fácil, puesto que Osasuna fue mejor en el primer tiempo y disfrutó de claras oportunidades para inaugurar el marcador. En la segunda, el conjunto de Javier Aguirre fue mejor, marcó pronto y certificó la victoria a ocho minutos del final para que el sufrimiento no fuera eterno.

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El Mallorca es de Primera, pero deben adoptarse medidas drásticas para consolidar al equipo en la máxima categoría. Robert Sarver, por el bien de su inversión, debe mallorquinizar el equipo y, como mínimo, formar un consejo de administración con mallorquinistas. No es mucho pedir. Y también es imprescindible revisar el área deportiva, evaluar el trabajo de Pablo Ortells y, seguramente, forzar su adiós. Javier Aguirre ha salvado al equipo, pero es el técnico de la temporada próxima. En ocasiones, es más barato agradecer los servicios prestados, pagar y despedirse amorosamente. Y es imprescindible una gran revolución en la plantilla, que seguramente debe suponer el adiós doloroso de algunos futbolistas. Hay que acertar en las salidas y, evidentemente, en las nuevas incorporaciones. Hoy, en todo caso, solo es urgente celebrar la alegría de la permanencia.