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No hubo milagro. Osasuna ganó (1-0) al Mallorca en otro mal partido. El conjunto de Javier Aguirre es previsible. En los prolegómenos de cualquier partido visualizo un duelo de claro signo mallorquinista, de dominio absoluto, de juego combinativo, veo al rival sometido y dominado. Siempre me imagino, con independencia del rival, que el Mallorca supera al contrincante de turno con solvencia en un partido vibrante y de buen juego. El inicio del partido me devuelve a la realidad. El Mallorca no varía su apuesta por el repliegue intensivo, por ceder el esférico al rival. Es una forma de entender el fútbol tan válida como cualquier otra, aunque me cueste aceptarlo.

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La primera parte comenzó sin novedad, con dominio de los navarros y un Mallorca tan replegado como casi siempre. El partido fue igualándose con el paso de los minutos hasta llegar al descanso. El inicio del segundo tiempo no pudo ser peor, puesto que Osasuna tardó menos de dos minutos en inaugurar el marcador. Aimar Oroz marcó, pero quedaba tiempo más que suficiente para empatar, primero, y remontar después. El técnico mexicano buscó la reacción danto entrada a Amath en sustitución de Dani Rodríguez. Nada cambió. El cronómetro volaba, pero el técnico continuaba sin realizar una apuesta valiente. Y no fue hasta cuando faltaban poco menos de veinte minutos cuando Aguirre dio entrada a Cufré y al esperado Abdón Prats para jugar con cuatro defensas y dos atacantes. El Mallorca, ahora sí, buscaba el milagro. Pero no llegó ni cuando aparecieron Ángel y Antonio Sánchez para dar un perfil más ofensivo al equipo. Ni el ‘dimoni', en los prolegómenos de Sant Antoni, fue suficiente en esta ocasión. Una cosa más. Grenier no es Ruiz de Galarreta y Muriqi no está en su mejor momento.