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González Fuertes es un pésimo árbitro. Y Antonio Raíllo es un gran central, el líder de este Mallorca y un futbolista capital... que se autoexpulsó por segunda vez en el último mes. La conjunción de astros provocó que ambos se cruzaran en una jugada que alteró la desquiciante tarde de Son Moix en la frontera del descanso. Unos minutos antes, el colegiado asturiano había ignorado una posible falta a Muriqi en el arranque de la la acción que desembocó en el empate de Kubo. Con las calderas del Estadi a todo vapor, Raíllo prendió la mecha del incendio. El central aplaudió -unos dicen que a sus compañeros- y González Fuertes le mostró la segunda amarilla porque entendió que era un gesto que criticaba su decisión...

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Raíllo, que lleva el brazalete y no es un pipiolo, debe ser el primero en saber de qué pie cojea el árbitro, leer la atmósfera del duelo, que estaba más para callarse y dar la vuelta que para aplaudir.

La expulsión del capitán obligó al Mallorca a una resistencia extraordinaria. Sorprendentemente, Aguirre mantuvo el sistema originario de los dos puntas y casi le sale perfecto. Neutralizó a la Real Sociedad, que apenas generó peligro. Hasta que en el descuento Merino se impulsó por encima de Samú Costa para dejar al equipo balear agonizando en la orilla. Fue la derrota más cruel del curso... aunque quizás sirva para estimular más si cabe la vuelta de las semifinales de la Copa del Rey ante el mismo rival en San Sebastián dentro de ocho días...