La final de Copa se jugó a lo que quiso Aguirre, que estuvo a punto de arrebatarle el título al Athletic, el favorito. | Marcelo del Pozo

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Dicen que en una final puede pasar cualquier cosa. Esté quien esté enfrente y se llegue como se llegue. Pero puestos a imaginar el guion de la final de anoche en La Cartuja seguro que la gran mayoría hubieran coincidido en el partido que vimos. El Mallorca muy serio atrás y esperando para aprovechar la suya, que la tuvo, en botas de Dani Rodríguez para adelantarse en el marcador en el 20 de la primera parte. Y acabar en los penaltis. Un escenario probable y hasta deseado por muchos. Lo que llegó después, en la tanda de penaltis, es otra historia. Las lágrimas de los jugadores bermellones escenificaron la crueldad de jugarse un título de esta manera.

LA DEFENSA, APUESTA SEGURA. Si algo tiene el equipo de Aguirre que destaca siempre es la disciplina defensiva. La zaga bermellona estuvo en su línea y durante buena parte del partido controló las acometidas del Athletic, sobre todo las de Nico Williams, que fue el único quebradero de cabeza para los Raíllo, Copete y compañía. Greif también hizo su trabajo, demostrando que se puede confiar en él cuando lo necesite el equipo. En esta ocasión no se vistió de héroe, pero la Copa del Rey ha dejado claro que hay portero en el espigado eslovaco.

MURIQI. De una media ocasión casi se saca un gol de la chistera en la segunda parte y obligó a lucirse a Agirrezabala en la prórroga. Todo esto a pesar de estar como una isla durante buena parte del partido. Volvió a demostrar que se pone el mono de trabajo cuándo y dónde haga falta. Acabo el partido con la cabeza vendada tras un duro golpe con Unai Gómez. Pero como si nada. Tuvo la valentía de lanzar el primer penalti y lo anotó con maestría. Su leyenda sigue agrandándose.

EL DESGASTE FÍSICO. Lo largo que se les hizo el partido a ambos equipos, a pesar de que podía ser lo que quería Aguirre, lo notaron muchos jugadores. También los de Valverde, que echaron en falta frescura en los últimos metros para intentar evitar lo que parecía irremediable: no ir a los penaltis. Varios defensas del Mallorca abandonaron antes el terreno de juego y esto mermó las opciones de cambio para intentar cambiar el rumbo de un partido abocado, como mínimo a la prórroga. Por ello, por ejemplo, se quedó sin poder salir Abdón, que era una de las cartas del técnico vasco para la prórroga.

NICO Y POCO MÁS EN ATAQUE. El menor de los Williams, que no tiene techo, fue una vez más el mejor de su equipo. Pero estuvo muy solo arriba. Muchos de sus centros no encontraron rematador y mereció el gol en más de una ocasión. Ni Guruceta, ni mucho menos su hermano, estuvieron a su nivel. Durante los 120 minutos quiso desbordar por banda y trajo de cabeza a un Gio que en buena parte del encuentro se vio desbordado por la velocidad del internacional español.

LA HISTORIA. Le debía una al Athletic, que había perdido seis finales de Copa del Rey de manera consecutiva. Era favorito, pero se topó con un buen Mallorca. Los bermellones volverán, no sabemos cuándo, pero volverán a optar a levantar su segunda Copa.

LOS PENALTIS. La lotería. Y es así. El Mallorca no estuvo nada acertado de cara a puerta cuando más lo necesitaba. La presión pudo con Morlanes y Randonjic, que casi sacó el balón del estadio.