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El Mallorca arranca el curso a lo grande. Con un punto de prestigio ante el Real Madrid de las estrellas y esparciendo ilusión en el estreno de la era Jagoba. Dejó en anécdota el estreno de Kylian Mbappé, que dejó Son Moix con la mirada perdida, al trote y la cabeza agachada. El entrenador de Berriatua confirmó que su propuesta no es de boquilla. Que va en serio. Cuando parecía que la estampida del Madrid podía pasarle por encima tras el gol de Rodrygo a los doce minutos, aprovechó la primera pausa para transmitir más valentía que miedo. Más ambición que cautela. Porque el Mallorca jamás se arrugó y miró a los ojos de la versión 2.0 de los galácticos. El equipo mostró una versión diametralmente opuesta a la del curso pasado. Con Mascarell como ancla, Samú Costa más adelantado junto a Darder y, arriba, Asano, Dani Rodríguez y un Muriqi excelso que clavó el empate con un cabezazo de manual. Y a la hora de agitar el árbol, Jagoba apostó por un futbolista para circular el balón (Morlanes), un llegador (Antonio Sánchez) y otro delantero (Larin) al que fijó en la banda. La carta de presentación de Mojica resultó extraordinaria y Maffeo, tras un inicio titubeante, llevó a su camino a Vinicius hasta desquiciarlo. La hinchada vibró con su Mallorqueta, capaz de detener a las estrellas e incluso de lamentar un disparo de Antonio Sánchez que pudo echar el lazo triunfal a una noche mágica.