Rafael Nadal sostiene la Copa de los Mosqueteros tras ganar Roland Garros, el 5 de junio de 2005. | Efe

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El domingo 5 de junio de 2005 marcó el inicio de una época, un reinado indiscutible en el torneo por excelencia sobre tierra batida. Aquel domingo, hace quince años, un joven tenista de Manacor inscribía su nombre en la lista de poseedores de la Copa de los Mosqueteros. Nacía una leyenda y emergía del nuevo monarca de esa superfície. Rafael Nadal, con 19 años recién cumplidos, daba su primer mordisco en Roland Garros, el que abrió una lista de doce que le sitúan como una leyenda dentro del Grand Slam parisino y estrenaba su colección de victorias en los cuatro grandes del circuito, que asciende a un total de diecinueve: 4 en el US Open, 2 en Wimbledon, 1 en el Abierto de Australia y las 12 en Roland Garros.

Se convertía Nadal en el segundo tenista capaz de ganar en París en el año de su debut, una puesta de largo que se retrasó dos años, tras no poder acudir por lesión en las ediciones de 2003 y 2004. Seguía el manacorí los pasos de Mats Wilander en 1982 y maravillaba a los Kuerten, Vilas o incluso al propio Wilander. La Philippe Chatrier veía por primera vez brillar y alzar la Copa de los Mosqueteros a quien domina quince años después su palmarés con enorme autoridad.

La recibió de manos de un ídolo, Zinedine Zidane, ante la presencia del rey Juan Carlos y recogiendo el testigo de quien hoy es su entrenador, Carlos Moyà, campeón en 1998.

Lo hizo tras derrotar en la gran final al argentino Mariano Puerta (6-7, 6-3, 6-1 y 7-5), la culminación de una senda en la que apartó de su camino al mismísimo Roger Federer en semifinales (3-6, 6-4, 4-6 y 3-6); en cuartos a su amigo David Ferrer (7-5, 6-2 y 6-0); en octavos, al francés Grosjean (6-4, 3-6, 6-0 y 6-3), y en las rondas anteriores, al también galo Richard Gasquet, al belga Xavier Malisse y al alemán Lars Burgsmüller.

De vuelta al vestuario, Nadal conversaba con Jaime Lissavetzky, entonces secretario de Estado para el Deporte en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Luego, y aún ataviado con la camiseta sin mangas verde y sus inconfundibles pantalones pirata blancos, se sentó junto a la Copa de los Mosqueteros. Dos invitados muy especiales se acercaron a felicitarle y acabaron haciéndose una foto con él: Guillermo Vilas y Gustavo Kuerten. Más tarde lo hizo Mats Wilander.

La de Roland Garros era la sexta victoria que amontonaba por entonces y en ese mágico 2005 Rafael Nadal. Antes que en París, había ganado en Brasil, Acapulco, Montecarlo, el Godó y Roma. Una gran carta de presentación sobre tierra batida para confirmar lo que muchos vaticinaban. Era su hora.

Nadal consideró ayer que «no valdría la pena arriesgar» en volver a jugar torneos si se da por seguro que habrá una vacuna para el coronavirus para finales de año, y demandó ser «pacientes y responsables». Las nuevas fechas de Roland Garros 2020, a caballo entre septiembre y octubre «lo cambian todo. La preparación y el clima. Tendré que adaptarme y si podemos jugar, intentaré tener la mejor preparación posible», aseguró.