Uno de cada cinco estudiantes deja la universidad en el primer curso de carrera y la tasa de cambio de titulación tras el primer año es del 7,1 %. Estas cifras, facilitadas por el Ministerio de Educación en el informe Datos y cifras del sistema universitario español (2015), evidencian que el paso del bachillerato a la universidad implica un cambio sustancial que no siempre es sencillo de asimilar. «En general, no se trata de un tránsito fácil, puesto que deben enfrentarse a una situación desconocida», señala el profesor y tutor de un curso de bachillerato del colegio Loreto Abat Oliba (Barcelona), Enrique Ballbé. Además, a las complicaciones inherentes a la magnitud de los cambios, se une «el gran abanico de oferta de grados a los que pueden acceder, algo que puede generar desorientación y dificultad en la elección correcta de los estudios», agrega el jefe de estudios de ESO este mismo centro, Albert Giménez.
Dentro de las premisas del Espacio Europeo de Enseñanza Superior, se contempla que las universidades dispongan de un Plan de Acción Tutorial que facilite la incorporación del recién llegado, pero el cimiento de un alumno preparado para aprovechar todas las oportunidades que le abrirá la universidad se fragua en las aulas del colegio o del instituto. Singularmente, los dos años de bachillerato deben ser aprovechados para apuntalar cualidades que serán tan o más importantes que los contenidos curriculares para el desarrollo personal y profesional. Entre ellas, «el buen uso de la libertad, la responsabilidad sobre las elecciones y sus consecuencias y la capacidad crítica respecto a lo que leen, ven y reciben», enuncia el jefe de estudios de bachillerato y de cuarto de ESO del Loreto Abat Oliba, Daniel Vela.
Los docentes coinciden en que responsabilidad y autonomía son dos de ejes que se han de priorizar en el bachillerato. Un objetivo que también debe manifestarse en el rol que adopta el docente. «Partiendo de la base de la importancia que tiene que el alumno vaya adquiriendo gradualmente responsabilidad y autonomía, es cierto que el profesor de bachillerato adopta un rol más orientado hacia el alumno en la medida que se acerca el final de la etapa escolar», comenta Albert Giménez.
Contacto con la realidad laboral y un mundo globalizado
Así, junto al cumplimiento de los objetivos curriculares, el centro puede ir proporcionando al estudiante espacios para el desarrollo de la mentalidad abierta propia del universitario. En este aspecto, Daniel Vela subraya la importancia de complementar la formación académica en el aula con «viajes y visitas a ciudades e instituciones mundialmente significativas en cada una de las áreas de conocimiento». «La formación integral que les brindan estas experiencias les aproxima a la realidad universitaria». Dentro de ellas, el profesor Vela incluye experiencias internacionales, aspecto en el que también incide Albert Giménez, al destacar que «los intercambios y estancias a nivel internacional son un eje primordial para que los alumnos lleguen suficientemente preparados ante las competencias universitarias que se requieren en un mundo globalizado».
La apertura al conocimiento de nuevos entornos es una disposición que facilitará la aclimatación al mundo universitario. Una persona «activa y con inquietudes» es el tipo de perfil que mejor encaja en la universidad, observa la responsable de Información y Orientación de la Universitat Abat Oliba CEU, Olga Morelli, que, además, considera importante que la universidad comience a ser vivida ya desde años antes. A su juicio, universidad y bachillerato no son compartimentos incomunicados, sino que «la etapa preuniversitaria es un período lleno de oportunidades de conocer a fondo la realidad de los campus».
Así, el bachillerato cumple su función de lanzadera cuando está intensamente conectado con el entorno, también con las realidades del mundo profesional: «En nuestro colegio se organizan una serie de actividades en bachillerato con el objetivo de aproximarles a la realidad universitaria y laboral, desde la posibilidad de colaborar en varias empresas – a través del Proyecto Work Experience-, las Jornadas de Orientación Profesional o la participación en el Programa de Emprendimento y Liderazgo, de reciente creación», enumera Enrique Ballbé. El bachillerato, así concebido, no sólo es punto y final de una etapa –la escolar-, sino la antesala en la que se forja el futuro universitario.