¿Cómo de herida está nuestra Tierra hoy?
—Llamarla herida es un poco literario. De hecho, mi padre y yo discutimos varios títulos y, en un principio, a él le gustaba más La venganza de la Tierra, pero a mí eso de vengativa no me gustaba. Quizá sí se podría hablar de planeta enfermo, en un sentido muy humano o antropológico, pues a la Tierra le da igual ser de una manera o de otra. La Tierra no sufre, sino sus habitantes. Si la que conocemos enferma, cambia. Y cambia para los que vivimos en ella, que sufriremos las consecuencias.
En la obra abordaban ya en 2005 los problemas medioambientales que hoy ya estamos sufriendo.
—En la conferencia explicaré que la Tierra era un sistema vivo que se autorregulaba, que la temperatura no había pasado de determinados niveles, y que el CO2 en la atmósfera no había sobrepasado unos límites. El cambio, ahora, nos dice que nos estamos aventurando a lo desconocido. Es decir, que aunque hemos habitado la Tierra, nunca antes habíamos tenido temperaturas tan altas, por ejemplo, ni había perdido poblaciones de especies y vegetales. El planeta ha perdido la capacidad de autorregularse.
¿Y qué ha podido provocar este cambio?
—Hay, sobre todo, dos razones de fondo. Una es a consecuencia del éxito biológico de nuestra especie. Todas las especies biológicas, y en eso no somos distintos a los animales, intentan crecer todo lo posible, pero cuentan con factores limitantes. Les limitan los depredadores, el frío, el calor, las enfermedades o la disponiblidad de los recursos. En eso, los humanos hemos tenido mucho éxito, hemos limitado en gran medida a nuestros depredadores y reducido las enfermedades.
Nos hemos adaptado.
—En todos los ambientes. Y eso es gracias a la cultura y los avances tecnológicos. Somos capaces de extraer recursos cada vez de más sitios. Entonces, hemos tenido tanto éxito que nos hemos convertido en una especie de plaga para el planeta que crece ilimitadamente. Hace poco contaba que en el año cero de nuestra era debía haber unos 300 millones de personas. En el año 2000 somos siete mil millones. Ese camino de éxito nos ha llevado a un tope que ya matizaré en la charla. Mi padre ya dijo en su discurso titulado El sentido del progreso desde mi obra, en el acto de ingreso en la Real Academia Española, en 1975, todo lo que sea detenerse en cuanto a la explotación de la naturaleza es progreso, y todo lo que sea seguir hacia adelante es algo negativo.
¿Qué planteamientos pondrá sobre la mesa el próximo día 16 junto a la investigadora Salud Deudero?
—La contaminación, la destrucción de las especies o el cambio climático. Todo esto son las consecuencias de ser muchos y consumir más. Pero principalmente me voy a referir a los planteamientos de la obra. Va a ser un homenaje a mi padre, por lo que la primera parte la dedicaré a hablar de cómo concebimos La Tierra herida y luego abordaré su preocupación por el medio ambiente que, precisamente, ya planteó en su discurso de 1975. También abordaré el motivo por el cual la Tierra está herida, enferma, y que el problema es reducir la producción de residuos, apostar por una economía circular y reducir a su vez el consumo.
Parece que la crisis medioambiental pasa desapercibida...
—Estoy completamente de acuerdo. Cuando mi padre habló de eso en su discurso, al mundo le parecía un visionario. Pero es que los científicos lo llevaban diciendo desde hace más tiempo.
Es complicado transmitir una idea. Ahora se hacen más esfuerzos. Pero hacer un cambio revolucionario es difícil, porque al ser humano le cuesta cambiar.
¿Cree que la juventud está cada vez más implicada en el cambio climático?
—Precisamente, la conferencia la cierro con el epígrafe que incluí en la última edición de la obra, en 2020, donde hablo de la Tierra herida 15 años después. Quizá el futuro esté en los jóvenes. Este es un momento de mucha esperanza, y los movimientos que surgen parecen imparables. Quiero ser optimista, pero siguen pasando los años y no cambiamos.