La demolición de la chimenea de la central, junto con la voladura de las tres torres de refrigeración en el pasado mes de mayo, ha supuesto un hito, no solo por el simbolismo de la estructura sino también desde un punto de vista técnico. Ha sido necesario diseñar un exhaustivo procedimiento con el objetivo de garantizar unas condiciones absolutas de seguridad y efectivas de demolición. Esta misma prevención se está aplicando en todos los procesos que conforman los trabajos de desmantelamiento y demolición de la planta.
Para la demolición de esta chimenea, la tercera estructura más alta de España, se han utilizado 170 detonadores no eléctricos, 108 conectadores de superficie, 8 detonadores no electrónicos y 265 kilogamos de explosivo, que se han colocado en la estructura mediante taladros distribuidos para dirigir la caída en la dirección planificada. En el proyecto se ha fijado un radio de seguridad de 600 metros.
La demolición se ha hecho mediante el empleo de pequeñas cargas confinadas de explosivo en barrenos de pequeña longitud con el objeto de conseguir una cuña desestabilizadora. El empleo de explosivos es el procedimiento más seguro para demoler estructuras esbeltas y especiales, siempre que el entorno lo permite. Para facilitar el proceso de caída se realizaron, durante las semanas previas, trabajos de corte con diamante en la base de la chimenea.
La voladura ha producido alrededor de 25.000 toneladas de residuos --básicamente hormigón--, que serán gestionados de acuerdo con la normativa medioambiental. Estos residuos serán valorizados en obra al ser usados como material de relleno por su carácter inerte, en cuanto al residuo del hierro que constituía la armadura del hormigón armado, se revalorizará para su posterior uso.
Para minimizar la afección del polvo derivado de la explosión se han instalado en la dirección de caída cuatro piscinas de 220 metros cúbicos de capacidad que contenían agua de lluvia y procedente de los propios procesos de la central.
La chimenea de la central tenía 343 metros de altura, 23,5 metros de diámetro en su base y 9,5 metros de diámetro en la coronación. Fue construida entre 1978 y 1979 en hormigón y su peso aproximado era de 25.000 toneladas.
Trabajos de desmantelamiento
La central térmica de Andorra, construida entre los años 1974 y 1979, ha estado más de cuatro décadas operativa. Una vez que Endesa solicitó el cierre de la central en 2019, inició su proceso de desmantelamiento y la elaboración de un plan de futuro para la zona que contempla la implantación de nueva industria y el desarrollo de 1.843 MW de nueva potencia, esta vez, renovable.
El desmantelamiento de la central térmica es una operación de gran complejidad que está movilizando numerosos recursos. Alrededor de 250 personas de mano de obra directa, se están ocupando de los trabajos hasta su finalización en 2025. Como acompañamiento, Endesa ha promovido cursos de formación de los que se han beneficiado 170 personas de la zona con el fin de promover la contratación local de personal especializado, una acción que ha permitido formar a más de 2.000 personas en toda España para diferentes cualificaciones relacionadas con esta actividad.
El equipo humano que se está ocupando de los trabajos procede en su mayoría de antiguas empresas contratistas o de residentes en la Comarca Andorra-Sierra de Arcos y limítrofes.
Desde el punto de vista medioambiental se está aplicando un sistema de demolición selectiva para segregar y caracterizar cada una de las 260.000 toneladas que conforman el volumen de la demolición. Se ha implantado un plan de vigilancia ambiental con especial atención a las emisiones y vertidos durante la ejecución de los trabajos.
Dentro del compromiso de economía circular por el que apuesta Endesa está prevista la reutilización de los residuos de hormigón, siendo el objetivo revalorizar el 90% de los residuos que generen estos trabajos.
Cuatro décadas de actividad
La central térmica 'Teruel', situada en Andorra, constaba de tres grupos, con una potencia total de 1.100 MW. Cada grupo disponía de caldera, turboalternador y torre de refrigeración. Completaban la instalación el parque de carbones y caliza, el sistema de evacuación de cenizas y escorias, la planta de desulfuración y la chimenea de 343 metros de altura para la evacuación de los gases de combustión.
Fue construida con objeto de llevar a cabo un uso extensivo de los lignitos negros procedentes de explotaciones situadas en la cuenca minera turolense, mezclados con carbones de importación.
Durante su actividad produjo 224.000 GWh, equivalentes al consumo de electricidad peninsular durante un año. Para ello necesitó 142 millones de toneladas de carbón, de las que 110,9 millones de toneladas fueron de carbón nacional y 31,7 millones de toneladas de carbón importado.
A lo largo de la vida de la central se llevaron a cabo una serie de actuaciones con inversiones superiores a los 400 millones de euros. Como resultado de esas inversiones la central consiguió estabilizar las emisiones a la atmósfera en niveles inferiores a 1 tonelada por megavatio hora producido.
La central térmica ha estado operativa más de 40 años, creando un vínculo muy arraigado en la zona. Una vez Endesa solicitó el cierre de la central en 2019, inició su proceso de desmantelamiento y la elaboración de un plan de futuro que contempla la implantación de nueva industria y el desarrollo de nueva potencia energética, esta vez, renovable.
Andorra pasará de producir energía con carbón, a generar energía limpia con una potencia instalada de 1.843,6 MW gracias a 7 proyectos renovables hibridados, 2 proyectos de almacenamiento con baterías, un proyecto de hidrógeno verde y un compensador síncrono.
El desarrollo renovable planteado por Endesa para Andorra no solo es la construcción de nueva capacidad eólica y solar, sino la hibridación de estos proyectos y el almacenamiento con dos plantas de baterías, lo que los convierte en únicos ya que permite aprovechar al máximo el rendimiento de estas tecnologías, mayor calidad y seguridad energética y equilibrio en el servicio al producir el mayor número de horas posible. Las nuevas plantas renovables se ubicarán en Albalate del Arzobispo, Híjar, Samper de Calanda, Castelnou, Andorra, Calanda, Alcañiz, La Puebla de Híjar, Jatiel, y Alcorisa, en la provincia de Teruel.
A estos proyectos se une un electrolizador de 15 MW que permitirá gestionar los excedentes de energía renovable para la producción de hidrógeno verde que ayudará a descarbonizar industrias del entorno, la construcción de una fábrica de electrolizadores, y un compensador síncrono que permitirá verter esa energía renovable con mayor calidad favoreciendo el buen funcionamiento de la red de transporte eléctrico.
1.500 millones de euros
Para la construcción de estas instalaciones Endesa, a través de su filial renovable Enel Green Power España, invertirá más de 1.500 millones de euros y, junto con el plan socioeconómico, generará más de 6.300 empleos en total, de los que más de 370 serán empleos directos ligados al proyecto renovable. Se sumarán, una vez esté desplegado todo el plan de desarrollo socioeconómico, otros empleos estables de largo plazo.
Todo ello eleva a 500 los puestos de trabajo fijos y de largo plazo que generará este plan de Endesa y sus 30 socios en 2028, lo que supone superar los empleos directos e indirectos que generaba la central térmica.
Estas iniciativas renovables tendrán una hibridación más, esta vez con el sector primario.
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