El técnico de Cooperación de Cáritas Zaragoza, Carmelo Crespo, ha señalado en declaraciones a Europa Press que la exposición recoge una veintena de fotografías que reflejan el trabajo que están llevando a cabo junto a Cáritas Potosí en el municipio boliviano de Puna, en la provincia de Potosí.
Lo que la organización diocesana detecta desde el primer momento en esta localidad es poca producción de la tierra, poca diversidad, falta de agua y una escasa participación en espacios políticos, especialmente de las mujeres.
Por ello, Cáritas ha incidido a lo largo de estos años en los problemas de seguridad alimentaria con la creación de huertos familiares, estanques de agua o formación a la gente de las comunidades.
De igual forma, el proyecto incide en la formación sobre nutrición básica, el acceso a mercados, la capacitación para la comercialización de productos, la construcción de cocinas familiares para mejorar la salubridad o el cuidado del medio ambiente con actuaciones en la gestión de basuras y el reciclaje.
Un municipio pobre y aislado
Crespo ha explicado que Puna es un municipio «especialmente pobre» del sur de Potosí, conformado por una comunidad en su mayoría indígena --quechua-- y campesina con altos índices de pobreza y de desnutrición.
Una pobreza que se acrecienta debido al aislamiento, ya que se encuentra en plenos Andes, a 200 kilómetros de Potosí, que implican unas «siete u ocho horas de viaje» en ese terreno, con una infraestructura de caminos «muy complicada».
Puna está en mitad de la cordillera central de los Andes, en lo que los incas llamaban 'Collasuyo', que es la parte más profunda, a mucha distancia de la ciudad más cercana, que es Potosí. «Puedes recorrer en coche de Potosí a Puna siete horas y no ver absolutamente a nadie», ha asegurado. La geografía andina genera, por tanto, comunidades «muy encerradas en sí mismas».
En cuanto al proyecto, el riego les ofrece la posibilidad de cultivar huertos familiares, lo que les da a su vez arraigo a la tierra, porque ellos producen lo que antes «escasamente podían comprar en los mercados de los pueblos», y garantiza su derecho a la seguridad alimentaria.
En una segunda línea, la de formación y participación, se abordan cuestiones de nutrición, de gestión de emergencias, de participación política, de Derechos Humanos o de reciclaje.
Así, Crespo ha puesto como ejemplo una exposición que han creado con los bolsos, sombreros y otras prendas que las mujeres fabrican con los plásticos que ellas mismas recogen, con lo que evitan también la suciedad en el campo.
Alta población infantil y juvenil
Otra de las peculiaridades de estas comunidades quechua del sur de Bolivia es la alta proporción de población infantil y juvenil ya que las familias tienen unos cinco hijos de media. Además, cuando las tierras están en barbecho, es habitual que los hombres se vayan a ciudades como Potosí, Sucre o La Paz a trabajar en condiciones «muy precarias» y conseguir algo de dinero para traer de vuelta a su lugar de origen. Por tanto, en municipios como Puna se suelen quedar las mujeres y los niños.
En este contexto, el técnico de Cáritas ha comentado que en Puna hay escuelas «multigrado» con uno o dos maestros según el tamaño de la comunidad y que la organización trabaja con ellas en materia de Derechos Humanos, participación y género porque en estas poblaciones indígenas hay una barrera «cultural» a la participación de las mujeres en las asambleas comunitarias.
El trabajo de Cáritas a lo largo de estos años ha conseguido que muchas mujeres ya participen, estén presentes en los espacios de decisión y adquieran otro papel en la comunidad, ha destacado.
Sin embargo, Crespo ha remarcado que tratan siempre de salvaguardar la cultura quechua ya que esta población «guarda mucho lo cultural: bailan, celebran, comen, hay mucha vida de comunidad».
Otro de los problemas de esta zona es la emigración, que viene forzada por la pobreza. «Las familias no tienen plata, como dicen allí», ha apuntado, aunque ha remachado que hay diferencias entre familias y comunidades y que algunas son «más pobres» y más excluidas que otras.
«Hay un arraigo a la tierra, pero ese arraigo a la tierra tiene que tener seguridad alimentaria. Si no puedes alimentar a tus hijos, te vas a tener que ir a malvivir a Potosí o al Alto», ha subrayado.
De este modo, Crespo ha remarcado que «la cooperación no quiere evitar nada», sino que tiene un enfoque de derechos y, en ese sentido, «el derecho a la alimentación es importante» para que las migraciones no sean forzosas.
Defensa de la cooperación al desarrollo
Este es precisamente uno de los motivos por el que las entidades solidarias insisten tanto a las instituciones en que «es importante la cooperación pública» y que «llega donde tiene que llegar», como demuestra esta exposición «ante tanto discurso que hay hoy en día en nuestra comunidad autónoma que dice lo contrario».
En este sentido, el técnico de Cáritas ha manifestado que los recortes en cooperación al desarrollo, primero en el Ayuntamiento de Zaragoza y ahora en el Gobierno de Aragón, han afectado «muy claramente» a los proyectos.
Se ha detenido especialmente en los presupuestos de la Comunidad Autónoma, que ha dejado la partida de 6 millones a 1,6 millones de euros, que «no son migajas», sino «migajas de las migajas».
«En Cáritas, junto a la Federación Aragonesa de Solidaridad (FAS), defendemos una calidad de la cooperación y en cantidad adecuada porque creemos que tenemos la obligación política, ética, como pueblo, de colaborar con otros pueblos», ha recalcado.
A su juicio, como «parte del mundo privilegiado, tenemos unas obligaciones, con pactos firmados con la FAS que habría que cumplir desde los poderes públicos y que desgraciadamente estos recortes van en contra de ello».
Un proyecto colaborativo que ha dado resultados
Sin embargo, Crespo ha considerado que «la cooperación no debe ser la base» y, por ello, ha destacado que el Ayuntamiento de Puna ha invertido 27.000 euros en este proyecto, con lo que hay una asociación entre distintos actores.
«Sólo en este proyecto del 2022 hemos hecho 50 estanques de agua familiares. Esto supone 50 familias arraigadas a la tierra con huertos», ha remachado el técnico de Cooperación de Cáritas, quien ha añadido que todo ello permite también el desarrollo de la zona y la mejora de las condiciones de vida.
Este proyecto recibe fondos municipales correspondientes a la convocatoria de 2022. No obstante, el año pasado presentan otro proyecto en seis de estas comunidades y en otras nuevas en Puna para llevar a cabo hasta 2025, cuando Cáritas Potosí se traslade a otros municipios donde tampoco esté trabajando ninguna otra entidad.
La exposición estará abierta al público en el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza hasta el próximo 1 de marzo, en horario de lunes a viernes de 17.00 a 20.00 horas, y los sábados de 11.00 a 13.30 y de 17.00 a 20.00 horas.
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