Leones, guerreros, galeras, ninfas y otras criaturas fantásticas surgidas de la imaginación del arquitecto Antonio Palacios, así como una «particular» interpretación del escudo de España con un guiño a Galicia incluido son algunos de los alardes imaginativos que el Palacio de Cibeles muestra en arquitectura y que puede conocerse con detalle a través de una exposición permanente sobre la historia de este edificio.
Un inmueble que en su día ocupó Correos y que ahora acoge la sede del Ayuntamiento de Madrid, lugar especialmente icónico en la capital y cuya fachada ha protagonizado portadas de guías turísticas, periódicos e informativos, telón de fondo también en manifestaciones o desfiles.
Todas estas y más curiosidades están recogidas en 'Vida del Palacio de Cibeles', una exposición instalada de manera permanente en CentroCentro, el espacio cultural dependiente del Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid ubicado en este mismo edificio.
La muestra está comisariada por el arquitecto Jacobo Armero y acerca al público los más de 100 años de historia de este edificio en el marco del 150 aniversario del nacimiento de uno de sus artífices, el arquitecto pontevedrés Antonio Palacios, quien revolucionaría la imagen urbanística de la capital.
La historia del Palacio de Cibeles empieza con el colapso que desde mediados del siglo XIX sufrían las obsoletas oficinas de Correos y Telégrafos de la Puerta del Sol. Entonces, el Estado decidió construir en el año 1903 una nueva sede central en la que agrupar los servicios postales y telegráficos que exigía una ciudad en pleno desarrollo y expansión.
El traslado de correos de sol a cibeles
«Tras el desastre del 98 el rey Alfonso XIII quería mostrar músculo ante el resto de países y propuso construir un gran edificio dedicado a las comunicaciones en el nuevo centro de la ciudad de Madrid que, dada su expansión, ya no se encontraba en Sol sino en Cibeles», ha explicado Armero a Europa Press.
Para proyectar el edificio se escogió un solar que se encontraba ocupado en aquel momento por los Jardines del Buen Retiro. La noticia de que se iba a levantar la nueva sede de Correos y Telégrafos en este espacio levantó mucho revuelo entre los madrileños de aquella época.
De hecho, estos jardines ofrecían en su recinto un espacio para pasar el rato con buen tiempo y a la sombra de los árboles en los meses de verano. En él los ciudadanos se reunían para mantener reuniones, dar paseos o disfrutar de conciertos y bailes.
El anuncio de su desaparición para poder erigir lo que se conocería como la 'Catedral de las Comunicaciones' no sentó bien a todo el mundo, por lo que se optó por instalar un gran 'toboggán' para incorporar una nueva forma de ocio y poder rebajar así la tensión y el malestar que reinaba entre la sociedad madrileña.
Palacios y su socio Otamendi ganaron el concurso público en 1906, con una propuesta adaptada a la irregular extensión del solar, y que se caracterizaba por «la originalidad, monumentalidad y deseo de trascendencia», asumiendo de este modo el historicismo, los logros espaciales propiciados por la Revolución Industrial y el simbolismo de la arquitectura europea contemporánea.
El propio edificio es la 'obra maestra' de la exposición
La exposición se despliega a lo largo de las plantas 2, 4, 6 y también a lo largo del Mirador, por lo que el propio edificio se convierte en la principal obra expuesta y se complementa con material historiográfico como documentos técnicos, imágenes o los sucesos históricos de los que ha sido testigo.
En el conjunto sobresale el cuerpo principal, abierto hacia la plaza de Cibeles, donde tras una gran escalinata se sitúa el vestíbulo cruciforme y simétrico, el «gran hall», de buenos materiales y triple altura, con pasarelas de hierro y cristal en los niveles superiores para facilitar la distribución. El edificio se distingue por su racionalidad y funcionalidad.
El Palacio de Cibeles apenas ha sufrido transformaciones relevantes, incluso tras la instalación del Ayuntamiento de Madrid, cuya aportación más visible fue la Galería de Cristal, resultado de cubrir el pasaje entre las calles de Montalbán y Alcalá con una bóveda de vidrio.
Antonio Palacios pensó en un diseño muy funcional para el edificio, pensado para la comodidad del público, pero aún más para los empleados que iban a habitar Cibeles, con lucernarios que iluminaban por completo su interior y grandes áreas en las que desarrollar sus tareas, entre ellas la famosa 'Sala de Batalla'.
En este lugar se reunían de manera simultánea unos 400 funcionarios de Correos para clasificar la correspondencia por lo que el arquitecto priorizó la entrada de luz y espacio para los trabajadores. En la actualidad, la Sala de Batalla alberga el Salón de Plenos del Ayuntamiento.
«Palacios fue un arquitecto que siempre buscó incorporar la luz natural a los distintos espacios interiores que diseñó. Además, siempre pensó en la funcionalidad de los inmuebles. En este caso, Cibeles se construyó pensando en el fin mismo del edificio, ser un lugar de trabajo. Alfonso XIII decidió centralizar todos los servicios de comunicaciones aquí, desoyendo los consejos de abrir pequeñas sedes, y eso conllevaba un trabajo de logística muy importante», ha detallado el comisario a Europa Press.
«La única 'gran' escalera que presenta el Palacio de Cibeles es la que da a lo que era el 'hall' principal, donde se prestaban los principales servicios de atención al público, es decir, se encuentran en el único lugar en el que tenía acceso las personas del exterior. El resto de los espacios están pensados para la comodidad de los trabajadores, con luminosidad, habitáculos espaciosos y materiales de calidad. Solo por poner un ejemplo, las escaleras que utilizaban están decoradas con azulejos de la Casa Ramos Rejano de Sevilla», ha añadido Armero.
La fachada de la 'catedral' de las comunicaciones
Dado su aspecto de monumento durante su construcción, los madrileños empezaron a denominar el edificio como la 'Catedral de las Comunicaciones', antes incluso de su inauguración, en 1919.
Su fachada destaca por su plasticidad, flanqueada con torres pentagonales y coronada por un potente cimborrio octogonal sobre el crucero, de 70 metros de altura, provisto de instalaciones radiotelegráficas y un reloj.
A pesar de la clara diferenciación de las partes, el lenguaje estético, en el que se funden detalles neoplaterescos y modernistas, incluso 'Art Déco', otorga unidad a todo el conjunto. A lo largo y ancho de su portada, Palacios incluyó elementos arquitectónicos muy dispares para decorar el exterior del edificio.
El aspecto exterior está repleto de todo tipo de elementos y criaturas. La cabeza de león se repite de manera recurrente por todo el frente, en las cornisas o incluso en el Pórtico de los Buzones, donde sujetan entre sus fauces los faroles que iluminan los casilleros que, aunque ya en desuso, se conservan en su lugar original.
Aquí están representados los continentes de Europa, África y América; también la naturaleza con esos motivos vegetales o los leones que se repiten por todo el edificio o el océano, con esos motivos marineros como las galeras. Palacios concentró todo su poder imaginativo para reproducir esta iconografía, coronada por 'La Rubia', mitad humana, mitad vegetal, que recuerda al mascarón de una proa.
No obstante, la complejidad del diseño de Cibeles todavía guarda un misterio sin resolver, multitud de pequeñas superficies lisas, tanto en el interior como en el exterior del inmueble. «Se cree que esos lugares estaban destinados a dar color con azulejos o para añadir algún escudo, pero se ve que se quedaron sin dinero y la cosa se quedó ahí», ha explicado el arquitecto Jacobo Armero.
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