Con una ceremonia empañada por la improvisación, concluyó ayer en
Venecia la 56 edición de la «Mostra Internazionale d'Arte
Cinematografica», de la que salió vencedor el chino Zhang Yimou al
ser galardonado con el «León de Oro» por «Ni siquiera uno menos».
El presidente del jurado, el cineasta yugoslavo Emir Kusturica,
autor de «El tiempo de los gitanos», afirmó durante la ceremonia de
clausura que, prácticamente por unanimidad, se había decidido dar a
los premios un toque de humanismo.
De allí, explicó, el Premio al Mejor Director concedido al
realizador chino Zhang Yuan por «Diecisiete años», un filme que no
ha tenido el visto de las autoridades de su país para la
distribución en China. El mismo criterio habría sido adoptado, al
parecer, para la asignación al iraní Abbas Kiarostami por «Le vent
nous emporterá» (El viento nos llevará) del Premio Especial, que el
jurado suele reservarse para las obras que denotan la inteligencia
de un creador del campo cinematográfico.
Venecia, puerta de Occidente hacia Oriente desde tiempos de
Marco Polo, ha puesto así su mirada al Este, dejando los premios
técnicos (Copa Volpi a la mejor interpretación femenina y
masculina) a Europa. Si la Copa a la francesa Nathalie Baye por
«Une liaison pornographique» (Una relación pornográfica), filme
dirigido por el joven cineasta belga Frédéric Fontayne, arrancó un
aplauso unánime en la sala desde la que la crítica siguió la
ceremonia, el premio a Jim Broadbent por «Topsy-Turvy» (Un mundo al
revés), del británico Mike Leig, suscitó una cierta
perplejidad.
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