Poco amigo de los moldes, de los premios y de los agasajos,
Scott forma parte de la historia de los Oscar, ya que es uno de los
pocos que se ha negado a recibir la estatuilla que le concedieron
en 1970.
Candidato en cuatro ocasiones, la primera por «Anatomía de un
Asesinato», en 1959, la Academia volvió a fijarse en su trabajo en
«The Hustler» (El buscavidas) y lo nominó de nuevo en 1962. En esa
ocasión, el carácter inadaptado de Scott saltó a la palestra y
envió una carta a los santones de Hollywood con una especie de
«gracias, pero no, gracias».
En 1970, tras una impresionante interpretación del general
George Patton, la Academia volvió a hacerlo candidato, algo que ya
habían hecho los críticos de Nueva York, quienes le concedieron el
Globo de Oro.
Scott ganó el Oscar, pero no fue a recogerlo. La película obtuvo
otros siete premios, pero el actor, lejos de las lentejuelas de
Hollywood, se pasó la noche de los Oscar viendo un partido de
hockey por televisión.
Su trabajo en «The Hospital» volvió a hacer que su nombre
apareciera entre los candidatos al premio para mejor actor, pero,
para su alivio, tampoco ganó.
En su opinión, los premios eran un asunto sin sentido y
aseguraba que hacía películas «por dinero» pero que se aburría
enormemente interpretando. Sin embargo, necesitaba el teatro para
vivir, para estar cuerdo, porque «uno no se puede subir al
escenario sin estar fresco».
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