Cuando se sale por Palma de noche, la primera imagen que golpea la
retina del visitante es la de un balneario de moda que baila al
ritmo, musical, de su principal fuente de ingresos, el turismo. El
Paseo Marítimo, con sus ritmos de pachanga, sus «tamarismos» y sus
karaokes, es el paradigma de esta primera identificación que, más
tarde y por fortuna, se revelará errónea. Pues no hay nada más
triste y más gris que una ciudad sin subcultura.
Una noche, un amigo de confianza te habla de locales de música
en vivo, ¡a diario y gratis!. «¿Qué tipo de música?», se pregunta
con recelo. «Buena». La respuesta no deja lugar a dudas. Así,
callejeando por La Llotja, se llega al Bluesville y, tras traspasar
su doble puerta, te dejas acariciar por su ambiente. «Se me ocurrió
la idea, la de abrir en Palma un bar, tipo antro de ambiente
distendido y dedicado sólo al blues, durante un viaje a Madrid».
Quien así habla es Ignasi «Bluesville», cabeza visible del local
desde su apertura, hace ya casi ocho años. Pero no todos los
conciertos son de blues. Ignasi aclara que «abrí para que tocaran
las bandas de blues, pero no había, ni hay, las suficientes. Además
es una parte fundamental de nuestra subcultura, una oportunidad de
que los grupos noveles aprendan de los músicos que tocan aquí». En
estos años han pasado innumerables músicos de la talla de Daniel
Higiénico, Jarabe de Palo, El Combo Linga, David Broza, The Blues
Devils con Jay Kay y Balta Bordoy, Javier Vargas, Rosario, Carlos
Segarra (Rebeldes). «Incluso cierta noche de desbunde, los Héroes
del Silencio quisieron tocar, pero para los camareros ya era muy
tarde», cuenta Ignasi entre risas.
Muy cerca está el Bar Barcelona, local de jazz en estado puro.
David Aguiló, músico y actual gerente, cuenta que «tanto el
Barcelona como el barrio de La Llotja, han cambiado mucho en los
últimos 30 años».
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