Una alumna practica con un violín. Intercambia los arcos para
encontrar uno que le guste y decidirse. Está pensando en comprar un
violín del luthier italiano Pio Sbrighi, que ayer inauguró una
muestra con algunas piezas suyas en el Conservatorio, dentro de la
IV Trobada de Joves Violinistes de la Mediterrània.
Pio Sbrighi lleva 23 años creando violines. A los doce se
introdujo en el mundo de los instrumentos. «Mi pasión por la música
me llevó a hacerme Luthier», comenta. «Es una profesión donde prima
el perfeccionismo. Deben tenerse en cuenta muchos detalles».
El constructor busca dejar su huella en el instrumento. Su firma
de autor se puede ver en la estética y en la calidad del sonido,
unas cualidades que cualquier experto puede reconocer.
El proceso se inicia con la elección de la madera. «Cada madera
tiene unas características distintas que hacen que produzcan un
sonido u otro. Yo he llegado a viajar hasta Alemania en busca de un
árbol determinado», dice. Tras escoger el material, se hacen las
piezas que forman el instrumento y se une todo: el contorno, los
laterales, la forma, la tabla armónica y el fondo.
El último paso consiste en barnizar el violín. «Todo el proceso
me puede llevar unos seis meses. Sólo barnizar ya supone dos,
porque sólo puedo pintar media hora cada día».
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