Todas las etapas de la obra creativa del pintor Mikel Díez Alaba se
encuentran colgadas en la paredes del Casal Solleric, donde, hoy,
se inaugura un retrospectiva de su obra. Vasco afincado en Menorca,
su trabajo llega a Palma mediante la colaboración del Govern, el
Ajuntament de Ciutat y la Diputación Foral de Vizcaya a través del
centro de arte Rekalde.
La muestra se exhibe en la planta baja y en el entresuelo con
cuadros que reflejan la trayectoria de un artista en el que las
preocupaciones sociales no han sido ajenas a su creación. «Del
exterior al interior, 1971 - 2001» es el título de la exposición,
que ha sido comisariada por Xabier Sáenz de Gorbea, que ayer hizo
un recorrido descriptivo y conceptual por la creatividad de Díez
Aldaba.
Si un artista es lo que ocurre en su entorno y en su interior,
esto es una clara definición para la obra de este vasco-balear, que
se inicia en la pintura con una obra de contenido social fruto de
la época ya que se desarrolla antes de la muerte de Franco. Son
telas en los que plasma un «compromiso con la realidad de su
tiempo, de una actitud crítica frente al poder y la alta
burguesía». En 1975 se produce un cambio que «se refleja en su
planteamiento plástico pero no en su radicalismo contra el
sistema», apunta el comisario. El fin del franquismo trae a su
pintura un cromatismo diverso, de rasgos geométricos. Su pintura,
liberada del compromiso, se revela «más unida sí mismo». Más tarde
«aparece la naturaleza describida con un tono pictórico que
retrotrae a estilos tan diversos como el surrealismo o el
renacimiento».
Su llegada a Menorca le aporta un nuevo vínculo con el paisaje,
una abstracción paisajística que conduce a su pintura actual sobre
la que el artista confesó que es fruto de una «búsqueda
personal».
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