Valldemossa, otro rincón mallorquín agraciado por la naturaleza,
que en su día, huérfano todavía de demasía turística, ya fue
elegido como aposento de por vida por un personaje ilustre y que
con tanto amor largas páginas escribió marcando un hito en nuestra
historia. Me refiero al tan recordado Archiduque Luis Salvador.
Cautivado por el mismo entorno otro ilustre fijó también, aunque
por menos tiempo, su residencia en aquella localidad, hoy
convertida en lugar de visita casi obligada para el turista que ha
elegido pasar su tiempo vacacional en nuestra isla.
Es el cumplido con emotivo recuerdo y admiración al autor de la
música más romántica y sentimental que se haya escrito jamás,
Fréderick Chopin. He aquí, pues, con toda lógica, la razón de la
celebración en aquella localidad de La Serra del Festival musical
con nombre del ínclito poeta de la música. El XXI Festival Chopin
viene este año marcado por dos novedosos aconteceres que a mi
juicio le enaltecen y le acercan más al público isleño.
Por una parte está la obra plástica del artista mallorquín
Pep"Maür Serra, denominada «Ciment», cuya exposición, que agrupa
doce singulares esculturas, es un grito de alerta a las atrocidades
cometidas en nuestra Comunidad con el excesivo empleo de este
material para la construcción. Pep"Maür Serra, sin duda, da
muestras de su buen talento. Y por otra la inclusión (idea de
aplauso también) en la programación de tres artistas nativos,
jóvenes valores, que si se encuentran todavía en los primeros
escalones de la internacionalidad, pronto los superarán y si ellos
se lo proponen se situarán en los puestos de que son
merecedores.
Se trata de los jóvenes pianistas Kiev Portella, Albert Díaz y
Xavier Mut. Su actuación, que tendrá lugar en la última función,
será precedida por los demás participantes de renombre, tales como
Garrick Ohlsson, Racha Arodaky y Marc"André Hamelin.
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