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TOMEU POQUET Valldemossa, otro rincón mallorquín agraciado por la naturaleza, que en su día, huérfano todavía de demasía turística, ya fue elegido como aposento de por vida por un personaje ilustre y que con tanto amor largas páginas escribió marcando un hito en nuestra historia. Me refiero al tan recordado Archiduque Luis Salvador. Cautivado por el mismo entorno otro ilustre fijó también, aunque por menos tiempo, su residencia en aquella localidad, hoy convertida en lugar de visita casi obligada para el turista que ha elegido pasar su tiempo vacacional en nuestra isla.

Es el cumplido con emotivo recuerdo y admiración al autor de la música más romántica y sentimental que se haya escrito jamás, Fréderick Chopin. He aquí, pues, con toda lógica, la razón de la celebración en aquella localidad de La Serra del Festival musical con nombre del ínclito poeta de la música. El XXI Festival Chopin viene este año marcado por dos novedosos aconteceres que a mi juicio le enaltecen y le acercan más al público isleño.

Por una parte está la obra plástica del artista mallorquín Pep"Maür Serra, denominada «Ciment», cuya exposición, que agrupa doce singulares esculturas, es un grito de alerta a las atrocidades cometidas en nuestra Comunidad con el excesivo empleo de este material para la construcción. Pep"Maür Serra, sin duda, da muestras de su buen talento. Y por otra la inclusión (idea de aplauso también) en la programación de tres artistas nativos, jóvenes valores, que si se encuentran todavía en los primeros escalones de la internacionalidad, pronto los superarán y si ellos se lo proponen se situarán en los puestos de que son merecedores.

Se trata de los jóvenes pianistas Kiev Portella, Albert Díaz y Xavier Mut. Su actuación, que tendrá lugar en la última función, será precedida por los demás participantes de renombre, tales como Garrick Ohlsson, Racha Arodaky y Marc"André Hamelin.