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«Nunca cierro la puerta porque en esta vida no se sabe lo que puede suceder». Así se expresaba ayer desde Tarragona Josep Royo, autor del tapiz diseñado por Joan Miró para el vestíbulo de las Torres Gemelas. Lo que sí dejó claro fue que la reelaboración de esta obra de arte, de 66 metros cuadrados, resultaría muy laboriosa aunque no imposible. La pieza, de 1974, fue un encargo de la Autoridad Portuaria neoyorquina a Miró para el vestíbulo del edificio número dos.

«Lo fantástico es que estaba tejido de una pieza», recordaba Royo. «Reconstruirlo se puede reconstruir, siempre y cuando se sepa que no es un trabajo de pocos días». Utilizando lana, cáñamo y cuerda, tardó un año en tejerlo. De «irrepetible» calificó Royo el «Gran tapís», y apuntó que si hubiera alguna organización interesada en utilizar los bocetos de Miró para que volviera a ver la luz, «no es una labor de las que digas adelante y ya está; habría que buscar nuevos tintes, que procedían de Sabadell, y encontrar esos tonos que quería Miró, los verdes, el amarillo, y nuevas lanas; piense que desde Australia se enviaron unas lianas expresamente; que los yutes, que eran de una empresa de Banyolas, habían venido de Pakistán». Complicado, posible, pero nunca «exacto» al anterior porque habría que «incorporar los nuevos materiales». «Aventurando una suposición», Royo responde a la pregunta de si a Miró le gustaría que se hiciera de nuevo: «Pienso que Joan estaría muy contento».

En Nueva York se sabe que el atentado destruyó muchas obras de arte porque las empresas radicadas en la Torres tenían colecciones privadas. De momento, según «El País», además de la pieza de Miró, se ha perdido una escultura de Calder, una pintura de Lichtenstein y un mural de Louis Nevelson. Y falleció el escultor jamaicano Michael Richards en la torre norte.