La japonesa Keiko Abe, ensayando con su instrumento, la marimba, y la Simfónica.

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LAURA MOYÀ «¿Qué es eso? ¿Tocar la batería?». Mari Carmen estudia percusión en Madrid. Se ha enfrentado a esta definición de su futuro trabajo infinidad de veces, como si este apartado de la música sólo estuviera representado por este instrumento. Las cajas, los bombos, los vibráfonos, los timbales, la marimba. Todo forma parte de la misma familia, una familia reunida, por primera vez en Palma en la V Convenció Internacional de Percusió, que empezó ayer en el Conservatori y finaliza hoy.

Un retumbar de tambores inauguró el evento, dando la bienvenida a los pocos participantes presentes que, a lo largo de la mañana, se convirtieron en numerosos. Por delante, todo un día dedicado única y exclusivamente a la percusión, en el que las clases se combinaron con las actuaciones en vivo y con los ensayos. La primera Master Class desarrolló una idea: «Cualquier música está impregnada de blues». Jesús «Chapi» definió durante una hora qué era el blues y cómo funciona un vibráfono de la mejor manera posible: tocando. Una clase práctica donde se presentó la historia de estos estilos musicales con un concierto. La bossa nova, «también impregnada de blues», se mezcló con Charlie Parker, el Bee Bop y el jazz.

«Hace tiempo que se tendría que haber hecho un evento como éste en Mallorca, pero con la participación de más instrumentos», afirmó Marian. Esta profesora se convirtió, por un día, en alumna y se puso a las órdenes de Josep Benet en el Curso de Ritmo y Percusión, que continúa hoy. «Nos sirve para coger ideas y orientación, para hacer juegos con las palabras, los cuerpos y los ritmos», aseguró Marian. Güiro, claves, maracas y bongos escenificados de manera bucal. En la pizarra, una partitura a seguir hasta que Benet pide improvisar. «No siempre significa hacer jazz», dice.