Imagen de los planos del proyecto vencedor. Foto: P. BOTA.

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LAURA MOYÀ Respeto y novedad. Estas dos premisas han sido las que han otorgado a los arquitectos Pere Nicolau y Maria Nicolau la ejecución de la reforma de Can Oleo, edificio perteneciente a la UIB, institución que convocó un concurso público al que se presentaron 15 proyectos. En segundo lugar, quedó Toni Forteza y, en tercero, Miquel A. Serra. El jurado eligió «el proyecto de Nicolau por la claridad de su intervención, abierta y flexible, y por la ponderación entre los espacios recuperados y los nuevos ámbitos». «Se trata de una iniciativa respetuosa pero, a la vez, arriesgada», aseguró Mercè Gambús, vicerrectora d'Extensió Universitària e integrante del jurado. «Introduce el concepto de arquitectura abierta», dijo Gambús.

Los materiales propuestos también llamaron la atención al jurado, que escogió esta iniciativa por unanimidad. «Con la utilización de cristales se busca jugar con los reflejos y las sombras», explicó Gambús. Las obras serán «lo más rápidas posibles», siempre «sujetas al trabajo minucioso», dijo Llorenç Huguet, rector de la UIB, que abrió públicamente el sobre con el nombre del ganador. El proyecto otorga una mayor importancia al patio, que se abre, y a la escalera gótica del siglo XV. Respecto a esta última, la actuación sobre una de las fachadas, la de menor importancia histórica, le dará una mayor relevancia.

Se sustituirá la piedra por el cristal logrando, de esta manera, su potenciación mediante «el reflejo de la misma en el cristal durante el día y el contraste con la luz por la noche», como explica la memoria de la iniciativa. Al ser un edificio catalogado, se están realizando unas catas arqueológicas previas a la reforma. Ya se ha llegado al nivel musulmán. Por ahora, se han hallado «muchos pozos que dejan entrever el nivel de ingeniería que tenían». Se espera llegar hasta el estrato romano dentro de poco.