El compositor hizo una ferviente defensa de la cultura popular en su discurso de investidura. Foto: JAUME MOREY.

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A.PLANAS/JOSEP M.SASTRE El padre Antoni Martorell fue investido ayer doctor honoris causa de la Universidad de les Illes Balears (UIB) en un solemne acto que tuvo lugar en la iglesia parroquial de Montuïri, localidad en la que nació este compositor en 1913. Por la mañana, este franciscano había plantado el tradicional árbol en la UIB. En esta ocasión fue una encina, «que es todo un símbolo, porque es resistente a tempestades y vientos, se adapta a todas las climatologías y sirve como metáfora de la lucha que es la vida, en la que no nos podemos acobardar y hay que tirar siempre adelante», dijo Antoni Martorell. En este mismo acto, el franciscano explicó que «mi música se basa en acercar a los feligreses la liturgia para que participen activamente. Por eso mis composiciones tienen el aroma y la sabia de la música popular, porque se inspiran en este tipo de música para llegar a la fibra de la gente».

Por la tarde tuvo lugar el acto solemne. En él, además del claustro en pleno, estaba el president del Govern, Francesc Antich; la presidenta del Consell, Maria Antònia Munar; el obispo Teodor Úbeda; Gabriel Matas, alcalde de Montuïri; Pere Sampol, vicepresident del Govern; Damià Pons, conseller de Cultura; y Martí March, director general de Universitat, entre otros. Abrió el acto el rector Llorenç Huguet. A continuación se leyó el nombramiento como doctor honoris causa. El padrino, Pius Tur, y la decana de la Facultat d'Educació, que promovió el nombramiento, acompañaron a Martorell a la iglesia, mientras la Coral Universitat de les Illes Balears, dirigida por Joan Company, interpretaba el «Veni Creator».

A continuación, Pius Tur defendió el nombramiento destacando la sabiduría musical de Martorell, además de su «vertiente didáctica, su vasta cultura y la profundidad de sus planteamientos musicológicos». En su lección magistral, el compositor Antoni Martorell hizo una encendida defensa del folklore y la cultura popular. Dijo, por ejemplo, que «en nuestro archipiélago, puesto en manos del postor que más paga y de un grupo de personas famélicas de sol y de mar, se ha de defender la cultura popular para poder subsistir en la amplia constelación de pueblos». También defendió el «derecho de cada pueblo a hacer prevalecer su cultura sobre otras como base para mantener el tejido social» y aseguró que «la identidad es nuestro ADN moral colectivo», añadiendo que esta postura no ha de ser «escluyente», sino «abierta y dialogante». Para concluir, y pese a advertir que se había saltado un apartado que consideró demasiado técnico, hizo un breve repaso sobre la música popular. El acto concluyó con el «Gaudeamus igitur».