«El piano es un instrumento para que la gente se entienda». Roberto
Bravo mantiene esta filosofía de vida y busca hacerla realidad en
sus recitales y en su modo de ser. Desde ayer, participa como
jurado en el VI Concurs de Piano i Festival Internacional de Música
«Ciutat de Palmanyola», que se celebra hasta el 29 de diciembre, y,
mañana, ofrecerá un recital.
La primera parte del concierto estará compuesta por piezas de
los maestros latinoamericanos, como Astor Piazzola o Villa-Lobos,
y, la segunda, estará dedicada íntegramente a Franz Liszt. «Liszt
es mi marca». Del compositor le atrae el personaje, ya que fue «un
hombre generoso que creó escuela» y que fue «más allá del piano».
Del maestro aprendió su filosofía ya que «era un espíritu noble y
generoso». «Salgo a escena para ofrecer el sonido de mi interior,
no para lograr aplausos». ¿Cómo se logra este objetivo? «Poniéndose
al servicio de la partitura», aseguró Bravo. La interpretación es
el camino, «el puente entre la obra, la persona y el artista». Por
ello, el pianista reconoce que buscará esta filosofía en los
jóvenes intérpretes que participan en el concurso. «Busco algo más
que un buen pianista». Además, mostrar su postura se convierte en
«un deber». «Hay que transmitir una tradición pianística y de
humildad».
La música es el instrumento para «hermanar las almas», lo que se
necesita «en los momentos difíciles», como el presente. «Tocar el
piano ayuda a transmitir a los jóvenes que tenemos el privilegio de
conectar con el alma de los pueblos». Todos formamos parte de «una
gran familia» que hay que preservar.
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