El pintor Joan Bennàssar se encuentra en un momento de gran
esplendor creativo. Después de una larga trayectoria artística,
continúa buscando nuevos caminos de expresión, unos caminos que en
la actualidad le han llevado hasta la escultura. Joan Bennàssar ha
dedicado los últimos meses a trabajar esta disciplina. El resultado
es un gran número de obras, algunas de las cuales se podrán ver en
la feria de Arco, de Madrid. «Desde el pasado mes de mayo no he
pintado ninguna tela, sólo algunos dibujos sobre papel. Dedico casi
todos mis esfuerzos a la escultura», explica.
«Hace tiempo que necesito contar historias y estas historias las
explico a través de un cuerpo, mediante un rostro. Hasta ahora lo
he hecho con la pintura, pero la escultura también es perfecta»,
dice el artista. Que añade: «A diferencia de la pintura, con la
escultura no hay nada ficticio, todo es muy real. La escultura
tiene el componente táctil que me da unos visos de realidad muy
superiores al del cuadro».
Joan Bennàssar no quiere relacionar demasiado la escultura con
su obra pictórica. «No son una continuación de mis cuadros»,
manifiesta. Pese a ello, los rasgos comunes son muchos. Y uno de
ellos es, por encima de todos, la mediterraneidad. Como ocurre con
la pintura, los personajes a los que da forma nos remiten a las
diosas griegas, a la arquitectura de nuestros pueblos, al mar, a
las efigies egipcias... También ambas disciplinas tienen en común
que muchos de los seres que crea en cemento, piedra o bronce
parecen extraídos de sus cuadros. Rostros serenos, reflexivos,
encerrados en sí mismos, en armonía con la naturaleza,
agradables.
Cuando se pide a Joan Bennàssar que defina su escultura sólo
utiliza dos palabras: «Muy humana». Luego añade que su obra
escultórica está muy marcada por una exposición sobre los restos de
Pompeya que vio en Londres en 1970. «Aquellos cuerpos petrificados
me marcaron y siempre los he tenido presentes. Eran esculturas
humanas», dice.
La escultura siempre ha acompañado a Joan Bennàssar durante su
trayectoria artística. «Desde muy joven me interesó la escultura.
En mis estudios de Bellas Artes tuve la gran suerte de tener de
profesor a Jaume Mir, que me enseñó a amar la escultura. Pero
pronto me di cuenta de que me interesaba mucho el color y me desvié
hacia la pintura. Pese a todo, nunca llegué a olvidar esta
disciplina, aunque siempre tuve problemas para almacenar las obras,
lo que impedía dedicarme por completo a ella. No fue hasta que me
instalé definitivamente en Mallorca cuando pude dedicarme de lleno
a ella», explica el artista.
La obra escultórica de Joan Bennàssar evoluciona a la búsqueda
de este camino propio y personal que ya hace tiempo que ha
encontrado en la pintura. «No tengo la misma facilidad que con la
pintura, aunque cada día me siento más suelto, más libre con ella»,
afirma. «Hago escultura porque tengo la necesidad de expresarme y
de conocerme. Además, es una manera de enfrentarme a la
superficialidad que se vive hoy en día», sentencia este
artista.
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