Mati Klarwein fue un personaje «singular». Hasta el final vivió
según una filosofía que le permitió mirar la vida con ironía y
«tomar las cosas con serenidad» en los últimos momentos. Así lo
recordaban ayer algunos de sus amigos. Figura del movimiento
contracultural de finales de los sesenta y setenta, amigo de
estrellas de la música pop, nunca olvidó el principio de libertad
que caracterizó a toda una generación. Desde París, la crítica de
arte Maria Lluïsa Borràs, lamentaba su muerte: «Fue un artista
completo y un dibujante excepcional, de un gran virtuosismo, que
hacía su obra inaccesible. Ligado a toda la contracultura, es una
figura irrepetible».
Borràs comisarió la exposición retrospectiva que, en 1998, le
dedicó el Casal Solleric. Los artistas Ben Jakober y Yannick Vu le
conocieron desde sus primeros años en Mallorca, cuando se instaló
en Cala Deià, y, desde entonces, fueron amigos. «No ignoraba el
lado trágico de la vida, pero no la tomaba en serio, era muy
irónico y vivió hasta el final según su ética», recordaba Yannick
Vu. «Su filosofía era de libertad total, su maleta, su pintura y
sus amigos». Como artista «se anticipó a lo que vino después».
Tanto Yannick Vu como Willian Graves destacaron el éxito del
artista con las mujeres.
«Era guapísimo y tenía un lado frágil; recuerdo que en una
exposición se reunieron, para apoyarle, todas sus ex esposas, sus
hijos, sus amigas», dice Vu. «Mi mujer le recuerda como un hombre
guapísimo que, cuando llegó a Mallorca, iba por Palma con un traje
blanco y llamaba la atención», dice el escritor de Deià. «Era muy
buen pintor, casi un superrealista cuando todos estaban haciendo
arte abstracto; en Mallorca hizo retratos, uno de ellos, precioso,
a mi padre», añade. «Tomaba las cosas con serenidad y se sentía
feliz de estar aquí, en Deià, y no en un hospital de París»,
explica Ben Jakober.
Klarwein había llegado el pasado mes de la capital francesa. No
se fiaba de las cosas y, al mismo tiempo, creía mucho en el mundo
cósmico, lo que se reflejaba en su arte», dice Jakober. «Le
gustaban las fiestas, la música», apunta. Y Graves también destaca
esta faceta. «Siempre iba con su guitarra, era un verdadero
'happening'». Su muerte coincidió ayer con la inauguración de la
exposición colectiva «Llum + Llum», en Alaró, comisariada por Gudi
Moragues, en la que se expone una obra suya «Escalera hacia...»
(1980), elegida personalmente por el creador, «que la consideraba
muy especial», dijo la comisaria, una fiesta del arte en la que «le
dedicaremos un recuerdo especial».
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