Guillem Rosselló Bordoy deja este mes sus responsabilidades en el
Museo de Mallorca, "del que ha sido su primer y único director
desde que fue creado el 2 de noviembre de 1961", tras agotar el
tiempo permitido por la ley. Al cumplir 65 años se reenganchó
acogiéndose a una normativa que acababa de promulgarse y que
permitía a los funcionarios ejercer hasta los setenta. Antes de
irse inaugurará las salas de protohistoria y romanas del Museo,
asignatura pendiente de un gestor valorado y discutido, un
personaje «complejo y poliédrico».
Cuarenta años al frente de una institución emblemática,
detentando un puesto en el que se concentró mucho poder, son
demasiados para salir indemne. Lo demuestran muchas opiniones
recogidas sobre el hombre, el gestor y el investigador, que no
quiso ser entrevistado. El supuesto expolio en el Castell de
Santueri ha revuelto las aguas de la arqueología, nunca tranquilas,
a las que la sucesión de Rosselló Bordoy ha agitado aún más, un
sector fragmentado en el que algunos de los interrogados, o no han
querido hablar o, si lo han hecho, han preferido guardar el
anonimato.
«Ha cumplido su oficio como un gallo de veleta que marcó los
vientos, pero, a veces, se le oía rechinar». Esta frase del padre
Gabriel Llompart resume como ninguna las opiniones en torno al
director del Museo que, con matices, se pueden resumir:
reconocimiento de su carrera como investigador; cuestionada gestión
del Museo y convencimiento de que un carácter «difícil» empañó sus
relaciones con la comunidad científica mallorquina. «Se cuidó de
publicaciones de peso que dieron solidez a la institución; en
momentos difíciles supo tomar decisiones importantes y dejó muy
bien Mallorca hacia afuera». Son otras palabras del padre Llompart.
«Su personalidad hace que tenga amigos y enemigos», dice una
experta. «Como investigador hizo todo el trabajo de cultura
talayótica y, mal que le pese a algunos, su tesis se tiene que
seguir consultando; su libro sobre cerámica está allí donde vayas».
«Creó el Museo de la nada, estuvo en el lugar adecuado en el
momento adecuado; ahora termina corriendo las salas de prehistoria
y el mundo romano, con lo que corre el riesgo de equivocarse»,
señala.
Hasta que en 1983 se transfirieron las competencias a la
Comunidad Autónoma, lo que se completa en 1995 con el traspaso al
CIM, Rosselló Bordoy, como director del Museo, y dependiendo de
Madrid, detentó «un poder inmenso» que le convirtió en un «virrey».
Esta posición le sirvió, aseguran personas que se relacionaron con
él, para «cerrar» vías. «Si yo no hago, tú no vas a hacer». Cuando
comenzó a ejercer, los «aficionados» controlaban la arqueología
balear y la «estructura administrativa patrimonial se concentraba
en manos de unos pocos». «Probablemente él era el único
profesional», coinciden los arqueólogos.
«El llanero solitario». Así califica sus primeros tiempos un
miembro de la Sociedad Arqueológica Luliana que ha participado en
el libro-homenaje que coordina el Govern para su despedida. Eran
los sesenta, la creación del Museo y la concentración de
responsabilidades funcionariales en su persona como director. De
entonces se recuerda que salvó el Baluard de Sant Pere de la
piqueta. Tras esta etapa "1960 a 1983", viene otra, que dura hasta
1995, «la de los cambios en la gestión del patrimonio», dice
Magdalena Riera, arqueóloga municipal de Palma: «Los discípulos
empiezan la vida pública, comienzan las crisis entre ellos». «La
muerte del padre freudiano», describe otro conocedor.
A mitad de los noventa «desaparece parte de su gestión
competencial», que pasa al CIM. «La UIB coge su propio campo en el
mundo de la arqueología, él abandona la universidad y se distancia,
lo que fue malo para la arqueología medieval de Mallorca», apunta
Riera. «La UIB, que no se portó bien con él, es una espinita que
tiene clavada», dice una de las fuentes, que no quiere dar su
nombre. Fue director de varias tesis doctorales y se discute si
creó escuela. Riera, discípula suya, cree que sí, «tanto en la
Península como en Balears». Luis Plantalamor, director del Museo de
Menorca, se confiesa «discípulo suyo con todas las consecuencias;
el balance global de su labor es insuperable, aunque soy consciente
de que hay gente que no piensa esto».
Jordi Fernández, director del Museo de Eivissa, apunta que es
«un fantástico profesional de la museología que ha hecho una tarea
ímproba». Y una arqueóloga asegura que la prueba de que no creó
escuela es que en Mallorca «no hay museólogos». Otro arqueólogo
afirma: «No le ha interesado dejar escuela». Y añade rotundo:
«Utilizó el Museo como si fuera su casa y, en general, la
arqueología de Mallorca hasta que el CIM asumió las competencias y
contrató a dos técnicos para que realizaran parte de sus
funciones». «Para ARCA representa una persona muy importante en
nuestra historia reciente. Durante tiempo ha sido uno de los pocos
que ha trabajado en el campo de la investigación histórica y en
diversos aspectos de la defensa del patrimonio, como su ineludible
investigación de la impronta islámica; algunas de sus
intervenciones han ocasionado debate y hasta enfrentamientos; su
talante personal, a veces, ha sido dífícil», dice Pere Ollers,
presidente. «Hay que valorar su trayectoria profesional en
conjunto; por lo dilatada y valiosa, debería ser reconocida y
aprovechada», concluye.
Joana Maria Polou se perfila como
sucesora
Entre las historias que circulan alrededor de Rosselló Bordoy,
fuentes bien informadas, como ya publicó este diario, aseguran que
el PP, cuando gobernaba, quiso relevarle al frente del Museo.
Ahora, su sucesión es uno de los hechos más comentados en los
últimos días en el mundillo del patrimonio y la arqueología. Joana
Maria Palou, directora insular de Patrimonio Cultural del CIM, se
perfila como la candidata mejor situada para una plaza que, según
Pere Muñoz, director general de Cultura del Govern, aún no tiene
diseñado el perfil. El Museo, estatal y con gestión del Govern,
pasará al CIM en enero de 2003. Luis Plantalamor, director del
Museo de Mallorca; Jordi Fernández, director del Museo Arqueológico
de Eivissa, y Benjamín Costa, conservador de éste último, son los
otros postulados a un puesto de libre designación desde 1983 que,
en los sesenta, cuando llegó Rosselló Bordoy, se obtenía por
oposición. Para detentarlo hay que pertenecer al Cuerpo de
Conservadores de Museos. La Conselleria de Cultura aún no sabe si
regirá la normativa existente para la elección o se cambiará. Para
Plantalamor, lo primero es conocer «la intencionalidad» del Govern
respecto a la plaza, «que aún no se ha definido». Fernández asegura
que «mi vida profesional está en Eivissa, sociedad con la que tengo
un compromiso». Costa se encontraba de vacaciones y no pudo ser
contactado.
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