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Un sentido del humor preñado de ironía caracterizó el encuentro en el que el arquitecto Oriol Bohigas presentó la exposición «Arquitectures Perdudes». En el Centre de Cultura Sa Nostra se recogen proyectos nunca construidos de Martorell, Bohigas y Mackay, MBM. Este estudio de arquitectura, que lleva 50 años en escena, no considera «fracasos» esas propuestas que no llegaron a ponerse en pie, muchas veces por el vanguardismo de las mismas. Pero no fue un trabajo en balde. Esa investigación les ha servido para, total o parcialmente, hacerla realidad en otro edificio, explicó Bohigas.

También Balears estuvo entre los lugares en los que no se estampó su firma y la de sus socios, "ayer viajó acompañado por Martorell", como en la urbanización de la Costa de la Calma, de la que «no nos sentimos responsables más que de dos o tres obras camufladas en el paisaje de la montaña». Tantos años de trabajo «nos han dado ocasión de acumular muchos fracasos». Tampoco faltó el sentido del humor al comentar que, tras el éxito de Frank Ghery en el Guggenheim de Bilbao, «todos los alcaldes» quieren tener en su ciudad» un edificio de esas características y los promotores un arquitecto extranjero «porque con una estrella piensan que tendrán menos problemas con la administración».

MBM «también ha jugado a ese juego». Y para ilustrar el comentario puso como ejemplo «el éxito que tenemos en Italia porque allí creen que resolvemos todos los problemas urbanísticos». Los arquitectos buenos y de prestigio también se equivocan y, aunque le parece enriquecedor este intercambio de nacionalidades, señaló que los mejores trabajos de los más grandes «son los que se han ejecutado en su ambiente cultural». Para Bohigas, la arquitectura contemporánea no goza de buena salud.

En realidad, aseguró que se acabó con el racionalismo, tras la reconstrucción europea después de las grandes guerras mundiales, «porque ya no se produjeron nuevos modelos como ocurrió con Palladio, el modernismo o Le Courbousier», en los que se miraba la arquitectura más popular. Fue después de los cincuenta cuando comenzó el declive, obra de un capitalismo literal «que sustituyó la iniciativa pública por la privada». ¿Quienes han sido los culpables de este deterioro? ¿O de los falsos estilos, que como sucede en Mallorca, pueblan el campo y la ciudad queriendo rememorar lo que nunca existió? «El arquitecto es el responsable número uno» y la arquitectura tiene una obligación, «la defensa de la cultura, la estética y la funcionalidad».

Bohigas calificó el abundante falso mallorquín de «arquitectura fea y traidora». «A ningún político le interesa la cultura». Así finalizó quien abandonó la concejalía del ramo en Barcelona desencantado por la falta de presupuesto.