Sóller reconocerá hoy la carrera de uno de sus ciudadanos, el
pintor Juli Ramis (1909-1990), con el nombramiento de hijo ilustre
de la villa por parte del Ajuntament. Además, en el Casal de
Cultura-Museo de Sóller se inaugurará una muestra de su obra
procedente de colecciones públicas y privadas. El galerista Joan
Oliver «Maneu» recordará en el pleno municipal sus méritos como
artista. La «Gran enciclopèdia de la pintura i l'escultura a les
Balears» dice que «fue el primer pintor mallorquín en incorporarse
con seguridad a los lenguajes artísticos del siglo XX». «Maneu», su
galerista desde 1985 hasta su muerte, asegura que «allí donde va su
pintura es reconocida por los críticos; otra cosa es la cotización,
el mercado, que funciona a nivel de inversores».
La figura de Juli Ramis, su carácter y las circunstancias de su
vida fueron tejiendo en torno a él una leyenda de artista maldito
que no se ocupó de «agarrarse al éxito, a las ocasiones»,
reflexiona «Maneu», o no quiso por su carácter frágil, tímido,
huidizo, escasamente optimista. Todo ello a pesar de que muchas
veces estuvo en el lugar adecuado en el momento más oportuno.
En los 50, apunta el galerista, halló en España una atmósfera de
conflictos, de luchas por el poder, se vio en medio de una batalla
que no era la suya y de la que huyó. Mallorca, Barcelona, París,
Tánger son ciudades de su biografía donde se formó, vivió,
consolidó una personalidad y, sobre todo, una forma de hacer y
entender la pintura. Para «Maneu», su mejor época fue la abstracta,
de los años 50 y 60. La preocupación formal por el espacio y la
materia están presentes en unas obras por las que la revista
«Times» le incluyó en una selección de los mejores pintores vivos
del mundo. Era en 1954.
En 1960, González Ruano seleccionó cinco telas abstractas para
la XXX Bienal de Venecia, fecha en la que participó en una gran
colectiva en la galería Rosenberg de Nueva York. Un año antes había
expuesto 44 cuadros abstractos en la Dirección General de Bellas
Artes, en Madrid. Cera, óleo, arenas, laca diluida componen unas
obras matéricas, cercanas al informalismo, al mismo tiempo que en
otras pone el acento en el gesto. En estas dos décadas obtuvo
reconocimiento internacional. París, Zurich, Alejandría, Sao Paulo,
Stuttgart o Londres disfrutaron de su trabajo.
A este tiempo le precedieron otros más duros. Como los años que
pasó en Tánger, donde se instaló en 1939 con su familia, momentos
de penuria económica en los que se relacionó con el ambiente
intelectual de refugiados tras estallar la Segunda Guerra Mundial.
Entre ellos, Paul Bowles. París, a donde llegó por primera vez en
1931 y conoció a Picasso, fue clave como escuela y desarrollo de
unas maneras que ya apuntaba en sus inicios, en Sóller, alejándose
del paisajismo postimpresionista. «Pintor de técnicas», dice
«Maneu», asumió influencias del cubismo sintético y los
postcubistas experimentando y «luchando por estar en la punta de
lanza de lo que él creía que era válido en cada momento». Ramis
volvió a Mallorca en los setenta y dedicó buena parte de su
creatividad a la obra gráfica, que no le había interesado antes. Sa
Llonja acogió una gran muestra antológica en 1980.
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