La bailarina Mar López crea la primera producción de danza de Sa Màniga

Para ello ha escogido unos cantos de boda de Cabo Verde, música de Schubert, de Reinhard Keiser, compositor barroco contemporáneo de Haëndel, un tema de Bob Dylan y una composición de un cantautor catalán que pide no desvelar en este reportaje «porque quiero que sea una sorpresa». Su soledad en escena quedará paliada por la compañía de un maniquí, que procede de la tramoya del Teatro Principal, a quien ha convertido en pareja de baile dentro de una escenografía que mostrará al espectador el otro lado del escenario, una metáfora de lo que la coreógrafa entiende «como si fuera una parte de ti».

«Es curioso, nunca me hubiera imaginado que tuviera vida propia, pero se ha convertido en un compañero de trabajo real porque he de conocerlo bien, su equilibrio, su peso; en ocasiones, ensayando, hasta me he cabreado con él», explica sobre el maniquí que desplaza por la sala de ensayo de la Misericòrdia. «Me planteé usarlo porque una parte muy importante y lírica de la danza es el paso a dos».

Mar es una madrileña casada con un mallorquín que se ha instalado en Mallorca tras pertenecer a la Compañía Nacional de Danza, donde bailó a las órdenes de María de Àvila, Maia Plyseskaia y Nacho Duato. Su formación de base clásica se puede ver siempre en el origen de sus coreografías. «Un solo de media hora con técnica clásica de base es algo que no suele hacerse porque resulta muy duro ya que sólo usas el cuerpo como única herramienta; otra cosa es la danza teatro, en la que cuentas con más elementos para expresar», asegura.