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La ceremonia de entrega de los Oscar sigue adelante y se celebrará la madrugada del lunes, según lo previsto, como una defensa de los valores estadounidenses en estos tiempos de guerra. «En un momento en que Estados Unidos, la cultura estadounidense y sus valores son atacados en todo el mundo, creemos que es más importante que nunca hacer honor a los logros que son nuestro reflejo en el mejor momento», anunció el presidente de la Academia, Frank Pierson. A pesar del mensaje positivo de Pierson, es imposible concebir una entrega de Oscar sin polémica y la 75 edición no iba a ser menos, zarandeada por la guerra y lamentando la ausencia de Eminem, uno de los nominados a mejor canción que ha decidido no participar en la gala. El público también estará atento a las solapas de los invitados, en busca de esas muestras de protesta silenciosa contra la guerra que son las insignias pacifistas. También se cuestionará algunas ausencias, como la de Will Smith, Angelina Jolie o el finlandés Aki Kurismaki, que se han retirado de esta ceremonia por celebrarse durante la guerra.

Claro que aún está pendiente la que puede ser la mayor polémica de todas, si presentadores y candidatos utilizan el micrófono y sus 45 minutos en una ceremonia seguida por 42 millones de estadounidenses para expresar sus opiniones sobre los bombardeos sobre Irak. El último punto que puede alterar el orden establecido de la gala de los Oscar son las protestas que se han planeado al inicio de la entrega de premios. De esta manera, se prevé que se congreguen ante el Teatro Kodak un numeroso grupo de personas contrarias a la intervención bélica en Irak que han sido convocadas por el grupo «Vecinos por la Paz y la Justicia», en colaboración con otras organizaciones como «Latinos contra la guerra en Irak». Bajo el lema de «Premios noche por la paz», los organizadores esperan que la gente acuda para «honrar aquellos que, desde la industria del entretenimiento, defienden la paz y la justicia».