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CRISTINA ROS
Les presenta ante las cámaras el poeta y economista Francesc Verdú: «Nos encontramos en uno de los estudios de Jim Bird, en Santa Maria del Camí. Vamos a presenciar una conversación informal sobre arte y música, entre dos amigos, el saxofonista soprano Steve Lacy y el pintor inglés Jim Bird, en una grabación que nutrirá los fondos de la Fundació Dorothy & Jim Bird, en su lucha contra la leucemia». Así se iniciaba, a finales de la pasada semana, una charla que derivaría de las notas y las pinceladas a los silencios «imprescindibles» en la música, en la pintura y también en la poesía, el tercer lenguaje introducido en esta tertulia que acabó siendo a tres voces: las de Lacy, Bird y Verdú.

La amistad entre Steve Lacy (Nueva York, 1934) y el artista Jim Bird (Bloxwich, 1937) se remonta a quince años atrás, en París. Si Wayne Shorter admitió que «cualquiera que toque el saxo soprano se inspira en Steve Lacy», el magistral saxofonista no duda en reconocer el influjo que el arte ha impreso en su música. Se definió, en Santa Maria, como «un gran apasionado de la pintura». Y, de la misma forma que su música «ha influido fuertemente en mi pintura y en la de otros de mi generación», según palabras de Jim Bird, también el arte de los expresionistas abstractos americanos, con los que Bird está históricamente involucrado, ha dejado huella en las numerosas composiciones de Lacy, a veces muy directas y, en muchos casos, rigurosamente abstractas.

Así, este músico, de quien se dice que es la principal voz de la era moderna en su instrumento y uno de los mayores instrumentalistas del jazz de todos los tiempos, un hombre que colaboró en el primer álbum de Cecil Taylor, el histórico «Jazz Advanced» (1956), que fue discípulo de Thelonious Monk y colaborador de la Monk Big Band and Quartet, y que dio nombre al Steve Lacy Sextet, se pronunció en Mallorca sobre la necesidad de poseer «una gran calidad técnica, para, a partir de ésta, poder transgredir el lenguaje». «La música no es un obsequio que nos venga dado. Nosotros no determinamos la música, sino que ella nos determina a nosotros. Yo siempre he perseguido la música y no ella a mí. Esto es algo que descubrí algo tarde, cumplidos los 38», afirmó.

En un punto álgido de su conversación, grabada en vídeo por Mariano Baselga, Steve Lacy y Jim Bird convinieron en la importancia de los silencios, tanto en la música como en la pintura. Y mientras el compositor dijo encontrar el silencio en su interior y hacer de éste una parte imprescindible de su música, entre las notas o las frases musicales, Jim Bird afirmó que «de la misma forma, el pintor realiza un gesto y lo deja en manos del silencio, sin hacer nada más, hasta que, pasado un tiempo, puede observar que ese gesto ha empezado a hablar por sí mismo». Por su parte, Francesc Verdú añadía que «el silencio te permite descubrir otro mundo, de emociones». Hubo acuerdo entre ellos en que «los silencios» son muy importantes para la creación: «El tiempo en que aparentemente nada haces es tanto o más creativo que cuando estás activo».

El diálogo ha servido de preludio al concierto que, a beneficio de la Fundació Dorothy & Jim Bird, ofrecerán Steve Lacy y su esposa, la vocalista y violonchelista Irene Aebi en sa Màniga, de Cala Millor, en una fecha aún no determinada. Un concierto dividido en dos partes: en la primera, Steve Lacy tocará en solitario, uniéndosele en la segunda parte la voz de Irene Aebi, para desgranar juntos sus mejores temas. La conversación entre Lacy, Bird y Verdú ha servido, no sólo de introducción al concierto, sino para enmarcar ese mundo creativo que engloba la pintura, la poesía o la música. De forma significativa, Steve Lacy quiso cerrar la velada empuñando su saxofón de soprano y, con él en la mano, recitar el poema de Herman Melville titulado, precisamente, «Art», para acto seguido conferirle la fuerza y la expresividad de su música.