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Tras varios años alejado de la Isla, el escultor uruguayo Enrique Broglia (Montevideo, 1942) ha regresado para exponer en la galería Matisos, de la Colònia de Sant Jordi, sus esferas y pájaros. Será hasta el próximo día siete.

La esfera es el símbolo «del génesis» y en su trabajo le interesa «el espacio interior y exterior, ir delimitándolo, atrapándolo con esa esfera» porque «el vacío y el lleno están en el principio de casi todo mi trabajo». Son esferas y discos incompletos. Roturas como cicatrices, varillas que las traspasan o hieren son también «una forma de integrar el espacio» y con las últimas busca «un juego de transparencias».

De la esfera parten sus pájaros: «El origen tiene forma de huevo que acaba transformándose en un pájaro». Unas y otros, esferas y pájaros, componen «dos líneas de trabajo que están cruzándose permanentemente, de hecho las presento juntas». Autor de obras monumentales repartidas por el mundo, -como en el Parc de la Mar-, dice de la escultura pública que significa «la única manera de sacar el trabajo a la calle». Las suyas nunca están sólo «posadas en el lugar, sino en una relación con el mismo». Lo cóncavo y lo convexo, el vacío y el lleno, el bronce pulido o la rugosidad, las circunferencias partidas por angulosas esquinas y los radios que se escapan de los diámetros o se clavan en ellos nos remiten a sus esculturas: «Elaborar un lenguaje propio es lo más laborioso en escultura».

En este viaje ha visitado Es Baluard donde quedó impactado «por esa integración de lo moderno y lo histórico y por el carácter misterioso, medio escondido dentro de la muralla».