Chick Corea: «El arte es una mezcla, es la vida misma, no hay que ponerse límites». Foto: SERGE CASES

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En 1988, Chick Corea actuó en Mallorca. «Mallorca es un lugar muy acogedor y amistoso, me encantó y me encanta». Ayer, el músico regresó a la Isla con la Elektric Band, su «pasión», como la define, y una de sus formaciones más famosas. Ha tenido otras y, con todas, ha saboreado el éxito.

-Chick Corea se caracteriza por ser un enamorado de los sonidos latinos. ¿Qué le atrae de esta música?

-En general, me atrae la cultura latina, la encuentro muy viva, bailable, emotiva. Me gusta el equilibrio entre todos estos elementos y el jazz, mucho más serio. La música no me atrae si es demasiado seria. Por eso me apasionan los sonidos latinos.

-Usted trabajó con la London Philarmonic Orchestra y, después, se adentró en Mozart realizando improvisaciones sobre el compositor. ¿Cómo puede unirse el jazz con la música clásica?

-El arte es una mezcla, es la vida misma. No pongo ninguna restricción a la música, si mezclo sonidos no me pongo límites. Por eso me gusta ir probando, incluso con Mozart.

-¿El jazz puede mezclarse con cualquier música?
- Creo que, si se piensa en vender esa música a un mercado, tal vez haya que etiquetar lo que se hace. Sin embargo, un músico nunca debe delimitar su música. A la hora de crear, hay que hacer lo que en ese momento se siente, ya sea jazz, pop o rock. El oyente es el que opina.

-Le llaman el maestro del jazz electrónico. ¿Se siente cómodo con esta definición?

-Me gusta cuando el público reacciona a mi música. Respeto mucho a los espectadores porque son los verdaderos destinatarios y el motivo de mi música. Cada opinión suya es respetada, aunque me llamen maestro.

-¿Cómo se siente más a gusto, actuando solo o en compañía?

-Sencillamente me gusta tocar. En realidad, me gustaría poder llamarme el Dustin Hoffman de la música. Me adapto a cualquier papel, ya sea tocando mi propia música, la de otro, solo o en compañía de una gran banda. Componer y crear es algo muy amplio. Hace algunos años, vi a Dustin Hoffman interpretando el papel de una persona mayor. Enseguida me dije: «¡Qué gran actor». Años después, le volví a ver en «El Graduado». En un principio, intenté reconocer a Dustin Hoffman pero no podía porque estaba totalmente cambiado. Me impresionó mucho esa capacidad de adaptación y el poder convertirse en cualquier persona. Desde ese instante, quiero ser como él pero en el mundo de la música, es decir, ir de un lado al otro, desde el jazz hasta Mozart sin olvidar lo latino.

-Usted empezó en el mundo de la música de la mano de Miles Davis. ¿En qué le influenció?

-Para mí, al igual que para mucha gente, Miles Davis es una figura muy importante. Tiene una gran fuerza creativa. Cuando se le ocurre una idea, la lleva a cabo y no pregunta si está bien o no, sólo sigue ese instinto hasta el final. Se trata de una habilidad que definiría como integridad artística y que intento cumplir. Por eso, busco mantenerme fiel a mis creencias, a lo que pienso y a mis ideas.

-El jazz siempre se ha considerado elitista. ¿Cree que ése es el lugar que debe ocupar o debería llegar a las grandes masas?

-No creo que sea sólo el jazz. Se trata, más bien, de cada artista y del esfuerzo individual que realiza para llegar a un determinado público o a otro. La belleza del arte es precisamente la diversidad. Cada uno tiene su habilidad para llegar al público. Y, conseguir encandilar a las masas, depende de esta habilidad.