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Leni Riefenstahl, la cineasta que puso su talento al servicio de Adolf Hitler, murió a los 101 años envuelta en su aura de mujer intrépida y luchadora y sin lograr librarse del estigma de haber colaborado con el nazismo. Riefenstahl, quien presumía de ser la más longeva directora en activo de la historia del cine -en la que también figura como autora del mejor filme propagandístico, «El triunfo de la voluntad»-, falleció el lunes en Starberg, la ciudad bávara donde residía, en una bonita casa a orillas del lago del mismo nombre. La indómita cineasta «se durmió» en paz, acompañada hasta final por Horst Kettner, el hombre que compartió con ella los últimos años de su vida, unas semanas después de celebrar su último cumpleaños en la cama, convaleciente de una operación.

Su relación con el nazismo -se rumoreó que fue amante de Hitler- hizo que nunca fuera reconocida oficialmente por su carrera. Siete decenios después del rodaje de «El triunfo de la voluntad», película sobre el congreso del partido nazi en Nuremberg en 1934, la sombra del «Führer» ha acompañado hasta la tumba a su autora, que con cien años se teñía aún el pelo de rubio intenso y lucía las uñas pintadas de juvenil esmalte rosa.

Ilustres cineastas, como Francis Ford Coppola, vieron en Riefenstahl a una documentalista genial que convirtió en obra maestra el congreso de culto a Hitler. Otros no le perdonaron haberse consagrado a la propaganda, quizás reflejo de su admiración por el monstruo. Nacida en Berlín el 22 de agosto de 1902, su relación con Hitler empezó tras el estreno de su primera película, «La luz azul o el monte de los muertos», de 1932, premiada en el Festival de Cine de Venecia y que además puso al Führer sobre la pista de la joven cineasta. Riefenstahl rechazó siempre haber colaborado con los nazis y se consideraba víctima de una campaña de difamación: «El 90% de lo que se dice sobre mí es mentira», aseguró hace unos años, al presentar un libro sobre su vida.