Una pantalla blanca, muy grande, y un escenario vacío. En medio,
Mariantònia Oliver y su recorrido por su vida, «La contínua». El
montaje abrió el jueves por la noche el Espai Illes Balears de la
Fira de Tàrrega con poco público aunque, la segunda función,
realizada ayer de madrugada, congregó a un mayor número de
espectadores. La dificultad de la obra y la crudeza de las
imágenes, muy ligadas a Oliver, hicieron que algún espectador se
perdiera en el camino.
«En Tàrrega, es un riesgo ofrecer dos funciones», aseguró
Oliver. Para la coreógrafa y bailarina, la primera actuación fue
«muy buena, ya que no hubo contaminación acústica». La segunda, en
cambio, fue «mal» porque había «demasiados espectáculos alrededor
de la carpa haciendo mucho ruido». «Tàrrega está especializada en
teatro de calle y no tanto en danza, aunque acuden algunos
programadores que buscan estos espectáculos». Aún así, con «La
Contínua», la bailarina no busca «lograr muchos bolos». Su
intención es «aprender y ver qué se hace en el mundo», no sólo
«vender un producto».
Una primera parte «sin concesiones», que enseña «a mirar y a ver
el cuerpo», y una segunda «más dulce y fácil» conforman «La
contínua». Es un trabajo que «dice más» a un nivel «más íntimo». A
pesar de tratarse de un montaje introspectivo, donde «Mariantònia
Oliver se ha actualizado», la historia permite al espectador
convertirse en voyeur. «Un hombre sentado en el sofá observa cómo
transcurre mi vida mientras el público contempla, a su vez, cómo
evoyeur mira».
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