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El galerista Marc Rigo abrió el espacio Quàssars de Manacor hace siete años. Confiesa que a lo largo de este período «ha aprendido mucha psicología» y que «está satisfecho porque ha resultado una experiencia apasionante» para una persona «encantada con el mundo del arte». Según explica, gran parte de esta satisfacción proviene del hecho de «no formar parte de ningún grupo, lo que resulta básico para mantener la libertad». Aunque defiende la existencia de un coleccionismo mallorquín, acepta que el 90 por ciento de la facturación de la galería proviene de compradores de fuera de la Isla. Tampoco ha apreciado que los transeúntes, no compradores, experimenten un temor reverencial a traspasar la puerta de su galería, porque «nosotros somos extrovertidos e intentamos que todo el mundo nos vea como amigos suyos». En este sentido, dice que se esfuerza «por ofrecer confianza».

Este arquitecto abrió la galería porque «quería disfrutar y hacer algo que me gustase». Pero, sobre todo, «quería descubrir gente joven, un trabajo apasionante, así como recorrer concursos y estudios de gente novel».

Al efectuar un balance, manifiesta sentirse muy orgulloso de, por ejemplo, haber organizado la primera exposición individual de Ramón Company, «ahora un referente de la plástica joven en Mallorca». Además, asegura que tiene una relación de amistad con los artistas que han pasado por su galería y los considera «parte de la familia». En relación a las instituciones culturales, Rigo se muestra muy crítico con el funcionamiento de los espacios expositivos de Manacor. Recomienda a las autoridades municipales que «pasen página en la actual gestión del Patronat d'Arts e inicien una nueva más abierta y más libre». El caso es que, según Rigo, «muchos artistas jóvenes deben sentirse frustrados y desanimados por la política de esta institución».