La capilla de San Nicolás, ubicada en la iglesia de la Mare de
Déu del Socors, se encuentra estos días en la fase terminal de sus
obras de recuperación, que han sido dirigidas por el restaurador
Eudald Guillamet, y en la que han participado los constructores
Fernando del Campo y Francisco Pacheco. La intervención en esta
joya del barroco mallorquín, cuya duración ha sido de tres meses,
ha tenido un coste de 252.000 euros. El rector de la iglesia,
Baltasar Ramis, define esta capilla como «la bella desconocida».
Explica que es un monumento «único», puesto que «no hay un elemento
del barroco en piedra tan grande y ejemplar en Mallorca». Espera
que este espacio pueda ser visitado a finales de enero, ya que
todavía están pendientes los procesos de retirada del andamiaje y
de limpieza. En proyecto está también el interés de los padres
agustinos, congregación encargada de la iglesia, de darla a conocer
en guías turísticas para que sea visitada con más asiduidad, «dado
su interés artístico y cultural», afirma el padre Ramis.
Construida a principios del siglo XVIII por el arquitecto y
escultor Francisco Herrera, «la capilla se encontraba en la
actualidad en un estado de degradación bastante acusado, producto
de los depósitos de polvo y humo derivados de la combustión de las
velas y las efervescencias salinas provocados por brotes de
humedad», según explica Guillamet. Para resolver estas
deficiencias, la estructura y la cúpula han sido objeto de un
proceso clásico de restauración de piedra. Por otro lado, también
se ha procedido a la consolidación y fijación de la linterna, se
han rehecho todas las roturas y grietas con morteros de cal y
arena, y se han retocado los estucos.
La capilla de San Nicolás presenta un cuerpo octogonal tallado
en piedra caliza y sustentado por ocho arcos torales, que marcan el
acceso a las siete capillas que rodean el espacio. La cúpula,
realizada con la técnica de sillería, cuenta con una decoración
barroca en la que se representan las figuras de San Nicolás y San
Agustín, tres papas y tres cardenales, ángeles y motivos de la
naturaleza, propios de la estética marcada por ehorror vacui de la
época. Este espacio se remata con un cimborrio en el que se abren
varios ventanales que se alternan con hermosos capiteles
decorativos y que dan a la estancia una luminosidad natural muy
especial. También son destacables los ocho escudos de mares de
Santanyí que lucen en la parte superior de cada arco y que
representan a los donantes que financiaron la construcción de la
cúpula.
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