Marisa Paredes está en Palma para asistir al homenaje que la
Mostra de Cinema i Vídeo de Palma rinde al cineasta mallorquín
Agustí Villaronga en esta su séptima edición. La última película
del mallorquín, la coproducción mejicana «Aro Tolbukhin. En la
mente del asesino» ha sido prenominada para los premios Oscar en
representación de México. Fue en 1985 cuando la actriz trabajó para
Villaronga en su primer largometraje «Tras el cristal», una
historia sobre la pederastia y la corrupción de la inocencia:
«Irrumpió en mi vida de una manera misteriosa y encantadora. En él
ya pude ver la capacidad de Agustí para tratar el lado más oscuro
con una extraordinaria belleza».
Son temas que no asustan a Marisa Paredes: «Yo no soy actriz
para caerle bien a la gente, sino para adentrarme en el ser humano.
Para descubrir emociones y compartirlas». La actriz entiende que en
todos hay una parte oscura que en el mundo 'normal' encuentra su
mejor contraste: «Me fascina el típico comentario que se hace de un
asesino cuando sus conocidos le describen como un ser normal. Me
fascina entrar en ese aspecto en gentes cotidianas». Marisa Paredes
reconoció que Agustí Villaronga no es un director popular «pero es
que tiene que ser así. Tienen que existir artistas capaces de
transgredir, de estar fuera de la norma».
En cuanto a su paso por la Academia del Cine, la actriz reconoce
que fue una experiencia ingrata: «Casi tres años muy intensos
queriendo estar en todas partes y representando a todos. Imposible.
Siempre hay quien se siente fuera». Su aportación a la presidencia
de la academia fue «como en todo, coraje». Hoy se enorgullece como
fundadora de la misma que «contra viento y marea haya crecido con
tanta limpieza». La presidencia de la actriz estuvo, sin embargo,
marcada por el enfrentamiento que ésta mantuvo con el Gobierno
español por su implicación en el ataque preventivo contra Irak:
«Aquello fue el detonante que afloró un sentimiento común en muchas
personas, incluso militantes del Partido Popular. Entonces se creó
una plataforma contra la guerra y llegó a los Goya porque,
simplemente, fue el primer escenario que tuvimos a mano».
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